sábado, noviembre 06, 2004

Como llegué a ver a Morrissey (Parte II)

Retomamos la historia. Últimos días de octubre. Cada vez quedaba menos, y ver los avisos en "El Mercurio" o las menciones en "La Nación Domingo" me lo recordaba. La lista contaba con algunas alternativas bastante improvisadas, pero amigables. Sin embargo, como uno es terco, obviamente para mi la lista no se había modificado en nada aún después de lo contado en la primera parte. Es que otra cosa es estar con las entradas en la mano, y a tan pocos días.

Además, ya había hablado con mis padres y estaba más o menos claro que no iría con ellos. Primer concierto al que no iría con su agradable compañía; extraña situación.

Problema kafkiano era el que llenaba mi cabeza esos días. Insistir o no insistir. El otro poeta dijo que debía hacerlo; de hecho, hizo un plan para que yo lo aplicara. La niña rulosa apostaba al no como respuesta. Y claro, lo que se hiciera quedaba en mis manos. La dicotomía presente era clara: O vencía el olorcito de la tentación irresistible, o vencía la independencia.

Días cansadores fueron aquellos... Un día de colegio subí casi muerto a una micro. Eran como veinte para las tres. Abrí un cuaderno y lo supe. Va a subir a esta micro. No coincidía, pero por algún motivo supe que iba a hacerlo. Predicción confirmada un par de cuadras después. Subió. No me saludó. ¿Estará enojada? Era posible. ¿Me le acerco o no? No. Pero el asiento de delante de ella está desocupado... No; cuando nos bajemos le hablo. Simulo (mal) estudiar Química... De vez en cuando la miro mirar hacia afuera, a la nada.

Hora de bajarse. Estamos al lado de la puerta. Temo hablarle; ¿estará enojada? Pienso en eso. ¿Pa' que saludai?, dice. Mujeres... ¿Quién las entiende? Bajamos. ¿Cómo estás? Mal, resfriada. Cuidate. Cruzamos. Oye, necesito que nos juntemos. Bueno. Te lo diría ahora, pero debo ir a una misa. Está bien. El domingo. El domingo.

Sábado por la noche. Eduardo está en el computador, como casi siempre. De pronto leo. No puedo mañana, tengo que salir. ¿Podemos el lunes? Ya, el lunes.

Lunes. El teléfono suena. No puedo a la hora. ¿Más tarde? Más tarde, no hay problema. Habrá que esperar más. Salgo donde mis abuelos primero. Tienen completos. No acepto, no quiero aumentar los problemas para mi estómago ya atribulado por los nervios. Sólo acepto un vaso de bebida.

Viajo en una calurosa tarde hacia el paradero de siempre. Jeans, polera negra, y las entradas metidas en un libro de Dostoievski que intento leer. Llega. Jeans, polera negra. Hermosa, exquisita. La beso, me besa. En la mejilla, claro. Hablamos. Estás aburrido aquí; caminemos. Por favor. ¿Para donde? Donde quieras. Caminamos hacia la plaza. ¿Te quieres sentar allí? Bueno, gracias. Acepto su invitación y nos sentamos uno frente al otro. Seguimos hablando de las elecciones. El voto debería ser obligatorio. Me sorprende. Hora de sorprenderla. Hay otra cosa esta semana que debo hacer y me entusiasma mucho. ¿Qué es? Ir a ver a Morrissey. Y quiero que vayamos a verlo. Las entradas salen del libro y quedan a pocos centímetros de sus manos.

No, no puedo aceptar. Sería abusar de ti. No estás abusando de mi. Me sentiría incómoda. Si quieres después me las pagas; me da lo mismo. ¿Y por qué yo? Porque quieres ir y a mi me gustaría ir contigo. Anda con otra persona. Te estoy invitando a ti. No, no puedo aceptar...Silencio. Guardo las entradas, pero la sigo mirando. Ponte en mi lugar. ¿Y qué es ponerme en tu lugar? Tú sabes. No, no lo sé, dime. Tengo mis motivos. Y callo. He comprendido que el no es definitivo, ha recurrido al último motivo que puede darme. Nos levantamos y caminamos. Es sólo una invitación, en todo caso. Trataré de verlo así. Cuidate. Igual tú. Ahora sí que la lista se tiene que mover.

Menos de 4 días y yo sin nadie con quien ir. Llego a casa a tomar el teléfono y a marcar. No está en casa. Llamo al día siguiente; me he quedado dormido luego de la conversación. Le cuento la historia. Supongo que ahora yo soy el elegido. Sí. ¡Yupi! ¿Pero cuando es? El jueves. ¿Este jueves? Sí. No puedo.

Otro menos. 2 días. Otro rato de horas perdidas en el internet cuando aparece. Habíamos estado hablando poco el último tiempo, pero entiendo, su lucha es difícil. Ha pasado tiempo sin vernos. ¿Le gustará Morrissey? De más, si le gusta esa música. Le cuento la situación. Voy contigo, ¿cuando es? Este jueves. ¿Este jueves? Se le cae la conexión. Maldita sea mi suerte.

Tercera parte... Mañana.

Saludos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey!! cómo es posible que nadie quería acompañarte???? ni siquiera gratis??? maldiciones!!! yo hubiese aceptado ;)

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