domingo, noviembre 21, 2004

Estado del tiempo

La primavera había sido agradable. Había. Días no demasiado calurosos, numerosos nublados, hasta un par de días de lluvia. Ni siquiera me acordaba lo cerca que estaba el verano. Pero la realidad siempre es dura. Llevo unos tres días aguantando un calor de cerca de treinta grados, y ya estoy hastiado. Es verdad, el calor me pone de malas. Dormir con un pie dentro de la cama y el otro afuera, también.

Mi amor es por el invierno, por el otoño... Por la primavera, si corre viento y el calor no es excesivo. Pero por el verano no, bajo ninguna circunstancia. Muchos factores se unen para ese rechazo. Y el primero que se me viene a la mente es uno tan ñoño como el que yo no sé nadar. Verano para mucha gente es igual a playa, sol, minas en bikini, carrete, agua y arena... Nada que me tiente realmente. Cuando chico iba a la playa junto a mis abuelos, y sí, me divertía incluso sin meterme al agua y la pasaba muy bien con ellos. (que tampoco son demasiado aficionados a ir a mojarse los pies) Pero ir solo a la playa realmente no se me pasa por la cabeza. Apenas entro al agua empiezo a temblar, me da frío, no tengo idea que diablos hacer, no soporto el agua en la boca y se me pegan mis largas pestañas. Motivo número uno.

Verano para encontrarse con los amigos del barrio, para salir a lesear por las calles, manguerearse, patear el balón y dormir tarde. Un momento. ¿Amigos del barrio? ¿Qué es eso? Padre mío, si lees esto, no empieces a retarme; tengo más que claro que el no tenerlos es completa y absoluta responsabilidad mía. La cosa es que no tengo amigos ni de barrio, ni de la especie de condominio de agujeros hobbit donde vivo... Alguien a la que debería considerar una amiga y que alguna vez me dijo que me consideraba así vive a nueve cuadras. Un amigo, mi mejor amigo, vivía a 11... Ahora vive al otro extremo de la comuna. El resto vive fuera de los límites del "lugar para vivir". Por los motivos que sean, mis amigos viven lejos. A gran parte de ellos los veo en el Instituto, o a consecuencia de ir en el Instituto. Por conclusión, el fin de las clases marca una distancia con ellos. La posibilidad de juntarse y hacer otras cosas que el resto del año no hacemos existe, y es genial saberlo... Pero también se pierde la cotidianeidad. La que tantas veces me falta.

Verano para bailar, carretear y chupar como condenado. Bailar... Actividad despreciada por mi ante mi absoluta falta de coordinación que me impide dar siquiera media vuelta en una salsa. Ni hablar de las coreografías tipo MEKANO... Simplemente el rechazo se vuelve absoluto. No, no y no. El pop ochentero del malo (si le parafraseo al Cayul) fue un descubrimiento placentero; a nadie le importará demasiado como lo baile. Pero adivinen quien fue la responsable del descubrimiento... Carrete. ¿Es esa cosa donde se pone el hilo con el que se elevan los volantines? Los dedos de mi mano alcanzan para contar a cuantos carretes, fiestas, o cosas similares he asistido en mi vida. Cumpleaños N° 16 de Zaldee, ida a Blondie, cumpleaños de la Khris. No hay más. Aún cuando pretenda ir a la Blondie siquiera una vez este verano, la alternaiva de dedicarlo a carretear se descarta. La intersección entre el conjunto "carrete" y el conjunto "Eduardo" es muy pequeña. ¿Y tomar? Tomo muy poco; y vino tinto más encima... La cerveza me causa rechazo, una vez tomé menta y la garganta me ardía, con la champagne casi vomito; y creo que el único otro trago que tomaría sería vodka, más por mi europa-orientalismo que por otra cosa. (Si lo beben los polacos y los rusos no puede ser tan malo.)

Verano para disfrutar del calor y andar con poca ropa... Shorts. Poleras sin mangas. Trajes de baño. Pies descalzos. Gente que camina con zapatillas y sin calcetines... No. Es una pelea de todos los años con mi madre; no me gusta usar pantalones cortos, y en el caso de tener que usarlos, que por lo menos me lleguen a las rodillas... Las poleras sin mangas tampoco me gustan, pero debo admitir que sí me gustan las manga corta. Los trajes de baño para mi no tienen sentido, reitero, YO NO SÉ NADAR; y alguna vez intenté aprender y no lo hice. Los pies descalzos se justifican con sandalias, aunque gran parte de las veces yo combino sandalias con calcetines. ¡Pero bajo ninguna circunstancia zapatillas sin calcetines! ¡NO ME GUSTAAAAA! Para mi es casi un atentado, y sólo cosas como la gente que se baja en el puente Padre Hurtado pueden ser peores. Motivo número 3. (Podría añadir que además no puedo usar el abrigo... Pero no quiero que piensen que soy un abrigo-fílico.)

Y el cuatro es el más obvio. Se llama calor. Calor que produce sudor, que te hace andar con la cara mojada, el cuello, con agua... Calor que se niega a rendirse aún siendo atacado con heladitos de cien pesos, o con cassatas, o con jugos, o con bebidas, o con agua. Calor que comienza a eso de las nueve de la mañana y se niega a irse hasta las una de la mañana, impidiéndome dormir y negándome el derecho de todo ser humano a tener una almohada relativamente fría. Y cuando despierto, hace tanto calor que no puedo seguir durmiendo, pero tampoco levantarme porque también hará mucho calor... Y se entra en un patético estado de intentar decidir cuál de las dos cosas es peor mientras uno se revuelca desesperadamente en la cama.

Cuatro motivos para odiar el calor... Pero sí, el verano también es una época para salir, para hacer lo que no se hace el resto del año, para ser más libre, para ver gente que no se ve el resto del año. (ejem... ¿Nata?) Nada podía ser absoluto, ¿no? Sería un claro desacato al no-absoluto del mundo el que el verano fuera solamente detestable.

Se nos viene el verano encima... Creo que debo buscar cosas para hacer. Al menos ya tengo un plan.

Justo cuando acabo de recordar otro motivo que este año encontré para amar el invierno.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

jueves, noviembre 11, 2004

Cómo llegué a ver a Morrissey. (Parte V y final -Al fin-)

Nos mantenemos expectantes mirando el escenario. Calla la música de fondo. Se apagan las luces. Una voz comienza a hablar. Gritamos. Está empezando... La espera se hace larga; la voz sigue hablando y Morrissey no sale. Tensión. Se levanta el telón. Salen sus músicos. Luego sale él.

Grito como nunca antes. También grita; también se emociona. Sale vestido de sacerdote. La pinta es genial. Comienza a cantar. El estadio se remece por completo. Mi corazón late y late, hasta dejo de pensar en lo que "hubiera sido". En una de esas excepciones de mi vida dejo de pensar en todo y sólo escucho, salto, bailo... Ni siquiera importa que no conozca la mayoría de las canciones. Es cosa de que empiecen a sonar para que mis oídos se enciendan, mi corazón lata más dulcemente. Es cosa de escucharlas como para sentirme llevado lejos, y sentirme bien... Lo sé, lo siento, y me gusta.

Morrissey canta "The first of the gang to die". La euforia es absoluta, el coro de voces que se eleva es genial. Me mira, le devuelvo la mirada; sonreímos, cantamos y bailamos más. La escena se repetirá mientras Moz esté allí. Me mirará, la miraré, y sin necesidad de decir palabra los ojos dirán "esto que está pasando es genial". Las canciones pasan y aunque pase el tiempo, no importa. Sólo Morrisey y los que estamos allí. Entre cada canción, agradece y habla. Es simpática esa actitud. De pronto suena "Every day is like sunday". Otra de esas canciones que he escuchado desde chico y que no tenía idea a quien pertenecían. Ese sentimiento de "descubrirlas" me gusta mucho. Coreo el estribillo como si la hubiera cantado toda la vida. Me sigo dejando llevar, como tomando una mano invisible que me lleva a envolverme en todo lo que está pasando y sin importar el peso que llevo siempre. "Irish blood, English heart", el comienzo del fin...

Otra canción para seguir desatándome literalmente. Sólo dos veces antes me he dejado llevar por la música de ese modo: La vez que fui a Blondie, y el concierto 2003 de Serrat. (En el de Eric Clapton salí volado la galería tenía olorcito a hierba hasta el último rincón, xD. Igual estuvo bueno.) Lo único que me detiene es que no se me caiga el celular. O devolverle la mirada. De pronto, siempre demasiado pronto, termina y se despide. Sus músicos se van también; en medio de los aplausos y los deseos de seguir con la fiesta. Vuelven para la última canción. Hay que aprovechar de disfrutarla. Sabe tan bien como las otras... El telón se baja. Morrissey se ha convertido en un gran instante, de esos que componen la vida.

Guau... Luego de los aplausos, poco a poco la gente se va. Extraño instante en mi vida, un gran instante. Caminamos hacia la orilla. Tomo su hombro y le agradezco mucho por acompañarme. También me agradece harto. Le doy un beso en la mejilla. Nos sentamos al borde de la cancha. Es obvio el tema a hablar. También lo ha encontrado genial, y es que cuesta encontrar otro calificativo. Hablamos sobre las canciones, sobre el haberlo visto... Estamos contentos, eso es genial. Es hora de irse y llamo a mi padre; viene en Providencia. Hay para rato, seguimos sentados allí, conversando en compañía del frío y de tan excitante momento reverberando en nuestras almas. De pronto, caemos en cuenta que tenemos hambre. Echamos de menos unos sanguchitos. Palta o queso; jamón, o dobladas. Hace hambre. Salimos. Se ha abrigado bastante, el frío golpea. Una carabinero come maní. Lo único que venden.

Mi padre no ha conseguido llegar al estadio. Está en las afueras de la Clínica de la UC. Carabineros no resulta de utilidad para encontrarla, nos mandan al lado opuesto. Sin embargo, conseguimos encontrarlo. Se deshace en excusas por no habérsela podido con las subidas. Le digo que no se preocupe, que sé que le cuesta (también le había contado sobre las dificultades de mi padre para la conducción, así que también lo sabe, xD), y además sirvió para que camináramos. Subimos; mi padre ha venido con una amiga. Raudamente bajamos desde las alturas. Nuestras sonrisas son grandes. Mi padre pregunta cómo estuvo. Muy bien, sin dudarlo. El conductor se ve obligado a ir a las casitas, así que terminamos en la bencinera ubicada en frente de mi ex-colegio. Bajamos. Le pregunto si quiere comer algo. Sí. ¿Qué quieres? Lo que tú quieras. ¿Te gustan las galletas? Sí. Compro Niza. Tengo sed, ¿qué quieres? Lo que quieras. ¿Jugo de durazno? Bueno. Sonríe. Volvemos al auto; vamos a su casa. Comemos galletas y bebemos jugo sin parar. Luego de largo trayecto, al fin llegamos a su casa. Me despedí contento, dándole las gracias de nuevo y esperando verla pronto. También estaba contenta y, una vez más, me dio las gracias y se fue. Llegué a casa a las 3AM. Tomé una taza de té y comí un pan. Luego a dormir... Un sueño muy reparador y dulce.


Al día siguiente me dijo que se había levantado sólo para verlo. Debí imaginarlo. Y al final, todos fuimos felices.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

P.S.: Finalizan las transmisiones de esta teleserie barata que les he regalado... Gracias por ponerle atención, (hasta de Portugal... ¡Saludos al que la leyó desde la tierra de Pessoa!) y espero que sigan leyendo las cosas que pongo aquí. Una sonrisa, de esas que produzco poco, para todos... ¡Y hasta la próxima!

lunes, noviembre 08, 2004

Cómo llegué a ver a Morrissey (Parte IV)

Tomo una 630 para llegar al Metro. Pésima decisión; para a cada rato, y más encima se llena. Horrible. Pateo el suelo del bus hasta que llegamos a Mapocho. Corro hacia Cal y Canto. Llego al andén. Tomo el celular. ¿Estás en Santa Lucía? Sí. Yo estoy en Cal y Canto, voy para allá. Bueno, apúrate. En diez minutos estoy allí. He apostado conmigo mismo: 90% de probabilidades de que vaya de negro. 10% que vaya de negro con algo que no sea negro. Llego a Santa Lucía y subo corriendo. No está.

Muevo la cabeza. Miro hacia un rincón. Allí está. 10%; va de negro, pero con algo no negro. Me gusta mucho como se ve. Saludo. Beso en la mejilla, obvio. ¿Vamos? Vamos. Llegamos a Santa Rosa con Alameda, conversando. La 327 aparece. ¡Esa nos sirve! Corremos hacia la micro; sube bastante gente. Paga escolar; yo no. Subimos. Al menos el 80% de la micro va a ver a Morrissey. Es obvio. La micro avanza por la Alameda y seguímos conversando; hace mucho tiempo que no nos habíamos visto. Un sujeto me pide que le avise en el estadio. Le digo que bueno, pero estoy seguro que se dará cuenta por si mismo. Sorprendente; la micro avanza rauda por Providencia. No nos demoramos en llegar a Escuela Militar. Hordas corren hacia la micro; es obvio para donde van. Le digo que mire hacia afuera, que aquel espectáculo es igual a lo que sucede afuera del Instituto a eso de las 8:05. Se ríe. La micro se llena absolutamente. En el Apumanque, unos cuicos intentan subir. El chofer no les abre. Los de atrás, que han venido leseando al chofer, se ponen a cantar. Chofeeer, chofeeer, chofere' hay por montones. Pero la mala cuea, nos tocó el más hueón... Nos matamos de la risa. La micro empieza a subir cerros. Cada vez falta menos.

Se detiene. Estamos a metros de la entrada. Hora de bajar. Le ofrezco la mano a la bajada. Me da las gracias. Saca un cigarro, hace rato que quería fumar. Yo no fumo. Caminamos hacia la entrada. Es al otro extremo del estadio. Le paso una de las entradas. Carabineros nos revisa. Uno me saca la billetera y encuentra un ajo. Me pregunta qué hace allí eso. Le digo que es un regalo que ciertos familiares extraños me hacen cada año. Me deja pasar. Espero; se demora más que yo. Le han revisado el bolso entero. Intenta ir al baño a tomar agua; la cola es larga. Decide comprar una mineral. Sale luca. Ni que fuera de oro. La compra.

Entramos. Nos sentamos en el suelo. Perdón; se sienta en el suelo, y me invita a sentarme. Quiero un café, pero el precio y el tamaño me hacen desistir. Hablamos un rato; el paisaje es genial. El sol sigue en lo alto, pero hace algo de frío. No hay tanta gente. Nos levantamos cuando toca Mars Volta. Ahí no más. El vocalista hace un exagerado show lanzando para todos lados el micrófono y la guitarra. En un momento casi se saca la cresta. Llevan sendos peinados afro tipo años 70. Yo decidí no andar con el brocolí de Profesor Salomón y usé gel. Se van. Al menos el tecladista era bueno. Al día siguiente me entero que se han burlado de Morrissey. Criminales.

Me dice que PJ Harvey es mejor. Ojalá. Ya hay bastante más gente, y nosotros tratamos de acomodarnos. Estamos casi en frente de la pantalla derecha. Conversamos y bebemos del agua
de exorbitante precio. Algunos cabros cuicos quieren que vuelva Mars Volta. No. Anochece sobre el estadio. Prueban la pantalla. Sale PJ Harvey. Una mina vestida con ropas de milico. No está mal. No necesito preguntarle para saber que también le gustaría vestirse así. Empezamos a saltar y a bailar. Desde atrás y desde el lado empiezan a empujar, y casi nos aplastan. Alcanzo su hombro con mi mano para que se mantenga en pie. Los cuicos son imbéciles; no les basta con empujar, sino que además se les ocurre cambiarse de lugar y buscar gente en medio del show de PJ, además están unos cuantos curados. Una mina casi se desmaya detrás nuestro. Nos miramos e intentamos cambiarnos de lugar. PJ es buena, me gusta. También le gusta. Los empujones siguen para todas lados y pareciera que vamos a terminar en el suelo. Me esfuerzo en que no se caiga y en yo tampoco caer. Terrible. Logramos afirmarnos, pero quedamos apretados. Termina PJ. Gran aplauso. Tratamos de buscar un lugar donde podamos ver. Tomo su mano para no perdernos; los dos somos pequeños. Hallamos un lugar. Detrás del escenario aparece otro telón lleno de brillos. Ahora todos esperamos a Morrissey.


Mañana termino.

Nos vemos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

"Como la flor que se niega a marchitar."

P.S.: ¡Ayuden a la campaña en pro de juguetes para los niños de Palestina!

domingo, noviembre 07, 2004

Cómo llegué a ver a Morrissey (Parte III)

Un día para el día. Le envío un mensaje al celu en clases. No pasa nada. Me meto al MSN al llegar a casa. Aparece. ¿Te llegó el mensaje? No, ¿que decía? Era más que nada por lo de mañana. Agrégame a mi nueva cuenta. Espero... Ya no quedan días; ya son horas.

¿A qué hora es? Si me dejas en el centro puedo ir. Corro a buscar el diario donde he leído la hora del recital. No está. Busco en la página web del SUE. La cosa empieza a las 6 de la tarde. El señor Morrissey a las 22:10. Le digo. Si nos vamos hacia el centro, puedo. No me importa venirme apenas termine Morrissey. Yo debo irme hasta el centro, te puedo dejar en la Alameda. Momentos de consulta. Permiso concedido. Sonrío. Ahora soy yo quien debo consultar. Antes me pregunta si tengo las entradas. Tengo las dos; a cancha. Genialísimo, dice. Bajo a consultar con mi madre. Está leyendo un libro. Le solicito toda su atención. Le pregunto si puedo ir, y me encargo de explicarle con quien. Luego de refrescarle la memoria con respecto a quien estoy hablando, me dice que no hay problema.

Subo. Mi madre dio su beneplácito, escribo en la ventanita del PC. Ahora los detalles. Le pregunto a qué hora. 17:15 en el Metro... Pero nos conviene en la U. de Chile, si por allí pasan las micros. Ipso facto recuerdo que detesto juntarme con gente allí, y añado Santa Lucía a las alternativas. Elige Santa Lucía. Genial. Me alegro más aún. Le doy mi teléfono y mi celu. Me refresca la memoria sobre sus números. Me doy cuenta que había anotado mal anteriormente el número de su celular. Sin comentarios.

Le digo que no ha sido mi día. Derechamente no lo ha sido; si no hubiése sido por la ironía, habría sido un día horrible. Le hablo sobre el episodio más raro del día, donde me tocó ayudar a un israelí a tratar de llamar por teléfono a Jerusalén. Al menos aquello sirvió para saber que mi inglés no es tan malo. Preferí omitir que luego de eso tuve que ir a la SUBTEL, y me dieron el número 71 cuando iban en el 21. Peor, la situación era casi de tortura, ya que tenían puesto el canal de cocina. A quien cresta se le ocurre poner ese canal a gente que espera para hacer un reclamo a las 2 y media de la tarde. Aprovecho de avanzar en la lectura de dos libros y escribir una carta que no enviaré. Cuando ya no escribo ni leo, en la TV están mostrando pastas. Maldita sea. Gracias al cielo mi abuela paterna me esperaba con un gran plato de tallarines, que devoré en menos de 5 minutos. Son los tallarines más sabrosos que he comido en mi vida.

Vuelvo al día antes del día. Le pregunto por él. Parece que las cosas han andado mejor. Me dice que tratará de subirme el ánimo mañana. Le digo que ya me lo subió. Le agradezco. Me agradece a mi también por la consideración hacia su persona. Luego caemos en cuenta que también debemos agradecer a nuestras respectivas madres. Seguimos hablando. Odio Biología, le digo que haré una quema pública de mis cuadernos y guías en Cuarto. Se ríe. Pregunta si habrán micros a la salida. Le digo que sí. Por último nos venimos a pie. El castigo sería implacable para ambos. Momento de ingenio, le digo que si aquello sucede mis padres no me dejarían salir ni para ir a dejar plata para la Teletón. Se ríe. Ha de irse. Nos vemos mañanita. Nos vemos pues. Cuidese mucho. Llamo a mi padre. Le cuento con quien iré. Dice que me irá a buscar al centro. No es discutible.

El día llega. Salgo a clases; tarde. Soy recibido con un sonoro "perra" desde el fondo de la sala; emitido por quien se quedó sin recursos para ir a ver a Morrissey por ir a la Open Blondie. Me rio. Hablo con algunos individuos. Filosofía es un "hacer nada". Encuentro una de mis pruebas, pero decido no chequear. No estoy para nada con la mente en lo que allí sucede. Historia es peor; la conclusión sacada por Acevedo el miércoles se hace más valedera. Artemio ya no es imbecil, es cretino. Por primera vez en el año, duermo realmente en clases. Duermo, leo dos páginas de Werther, y sigo durmiendo. Llega el recreo y despierto. Salgo a comprar algo de glucosa que me haga despertar. Matemáticas y Castellano pasan. Fin de clases. Me despido; el Renato se cansa de desearme buena suerte en el SUE. Salgo y voy al banco. Arafat está muerto, o casi. No puedo creerlo. Bajo hacia Bandera. ¿Subirá o no? No. Llego a Conchalí. Recibo una llamada a pocos minutos de depositar mi humanidad en el hogar. Mi padre llega en menos minutos aún. Me baño y me visto mientras él ve una película. Me produzco para la ocasión: Pantalón negro con rayas rojas, camisa azul eléctrico, zapatillas y terno. No me veo mal. Me voy. Le dejo las llaves; me ha explicado minutos antes que consiguió un auto para irnos a buscar. Que bien. Que te vaya bien, dice. Gracias por todo. De nada. Salgo a tomar micro. Tarde, como siempre.


Cuarta parte... Mañana.

Saludos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

sábado, noviembre 06, 2004

Como llegué a ver a Morrissey (Parte II)

Retomamos la historia. Últimos días de octubre. Cada vez quedaba menos, y ver los avisos en "El Mercurio" o las menciones en "La Nación Domingo" me lo recordaba. La lista contaba con algunas alternativas bastante improvisadas, pero amigables. Sin embargo, como uno es terco, obviamente para mi la lista no se había modificado en nada aún después de lo contado en la primera parte. Es que otra cosa es estar con las entradas en la mano, y a tan pocos días.

Además, ya había hablado con mis padres y estaba más o menos claro que no iría con ellos. Primer concierto al que no iría con su agradable compañía; extraña situación.

Problema kafkiano era el que llenaba mi cabeza esos días. Insistir o no insistir. El otro poeta dijo que debía hacerlo; de hecho, hizo un plan para que yo lo aplicara. La niña rulosa apostaba al no como respuesta. Y claro, lo que se hiciera quedaba en mis manos. La dicotomía presente era clara: O vencía el olorcito de la tentación irresistible, o vencía la independencia.

Días cansadores fueron aquellos... Un día de colegio subí casi muerto a una micro. Eran como veinte para las tres. Abrí un cuaderno y lo supe. Va a subir a esta micro. No coincidía, pero por algún motivo supe que iba a hacerlo. Predicción confirmada un par de cuadras después. Subió. No me saludó. ¿Estará enojada? Era posible. ¿Me le acerco o no? No. Pero el asiento de delante de ella está desocupado... No; cuando nos bajemos le hablo. Simulo (mal) estudiar Química... De vez en cuando la miro mirar hacia afuera, a la nada.

Hora de bajarse. Estamos al lado de la puerta. Temo hablarle; ¿estará enojada? Pienso en eso. ¿Pa' que saludai?, dice. Mujeres... ¿Quién las entiende? Bajamos. ¿Cómo estás? Mal, resfriada. Cuidate. Cruzamos. Oye, necesito que nos juntemos. Bueno. Te lo diría ahora, pero debo ir a una misa. Está bien. El domingo. El domingo.

Sábado por la noche. Eduardo está en el computador, como casi siempre. De pronto leo. No puedo mañana, tengo que salir. ¿Podemos el lunes? Ya, el lunes.

Lunes. El teléfono suena. No puedo a la hora. ¿Más tarde? Más tarde, no hay problema. Habrá que esperar más. Salgo donde mis abuelos primero. Tienen completos. No acepto, no quiero aumentar los problemas para mi estómago ya atribulado por los nervios. Sólo acepto un vaso de bebida.

Viajo en una calurosa tarde hacia el paradero de siempre. Jeans, polera negra, y las entradas metidas en un libro de Dostoievski que intento leer. Llega. Jeans, polera negra. Hermosa, exquisita. La beso, me besa. En la mejilla, claro. Hablamos. Estás aburrido aquí; caminemos. Por favor. ¿Para donde? Donde quieras. Caminamos hacia la plaza. ¿Te quieres sentar allí? Bueno, gracias. Acepto su invitación y nos sentamos uno frente al otro. Seguimos hablando de las elecciones. El voto debería ser obligatorio. Me sorprende. Hora de sorprenderla. Hay otra cosa esta semana que debo hacer y me entusiasma mucho. ¿Qué es? Ir a ver a Morrissey. Y quiero que vayamos a verlo. Las entradas salen del libro y quedan a pocos centímetros de sus manos.

No, no puedo aceptar. Sería abusar de ti. No estás abusando de mi. Me sentiría incómoda. Si quieres después me las pagas; me da lo mismo. ¿Y por qué yo? Porque quieres ir y a mi me gustaría ir contigo. Anda con otra persona. Te estoy invitando a ti. No, no puedo aceptar...Silencio. Guardo las entradas, pero la sigo mirando. Ponte en mi lugar. ¿Y qué es ponerme en tu lugar? Tú sabes. No, no lo sé, dime. Tengo mis motivos. Y callo. He comprendido que el no es definitivo, ha recurrido al último motivo que puede darme. Nos levantamos y caminamos. Es sólo una invitación, en todo caso. Trataré de verlo así. Cuidate. Igual tú. Ahora sí que la lista se tiene que mover.

Menos de 4 días y yo sin nadie con quien ir. Llego a casa a tomar el teléfono y a marcar. No está en casa. Llamo al día siguiente; me he quedado dormido luego de la conversación. Le cuento la historia. Supongo que ahora yo soy el elegido. Sí. ¡Yupi! ¿Pero cuando es? El jueves. ¿Este jueves? Sí. No puedo.

Otro menos. 2 días. Otro rato de horas perdidas en el internet cuando aparece. Habíamos estado hablando poco el último tiempo, pero entiendo, su lucha es difícil. Ha pasado tiempo sin vernos. ¿Le gustará Morrissey? De más, si le gusta esa música. Le cuento la situación. Voy contigo, ¿cuando es? Este jueves. ¿Este jueves? Se le cae la conexión. Maldita sea mi suerte.

Tercera parte... Mañana.

Saludos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

Como llegué a ver a Morrissey (Primera parte)

Morrissey...

La historia parece un chiste. Pero puedo decir que el final valió la pena. (y la plata, xD)

Algún domingo de septiembre... Día de la procesión a la Vírgen del Carmen. Día que daban Amélie en Matucana 100. Eduardo decide ir con su madre a la procesión. Antes de ir, se pone a leer "El Mercurio". Confirma algo que le han comentado en días anteriores. Morrissey viene a Chile. Apenas lo puede creer.

Morrissey... Su mente febril trabaja en decenas de cosas que podrían suceder. Cómo siempre no más, en todo caso. Sin saber quien era, Eduardo ha crecido escuchando algunas de sus canciones en la radio. Aunque se acercó más a él cuando vio "Irish blood, English heart" una tarde en el Metro. Y, obvio, cuando le compró "You are the quarry" y se lo regaló.

Al volver de la procesión, hablaron sobre el recital. Obviamente los dos querían ir. Eduardo volvió a revisar el aviso; y se fijó en los medios de pago. Bendición; se podía recurrir a los organismos de pago que estaban a mano. Asegurada la cooperación financiera, salió Eduardo a la mañana siguiente. Te invito a verlo; yo te regalo la entrada. No. No quiero abusar de ti. (... )

Pasaban los días. Supuestamente la preventa se acababa. Pocos momentos para decidir. Las compro o no las compro. "Las". Condición paterna para ir a ver a Morrisey: NO VAS SOLO. La respuesta de la primera alternativa en la lista de acompañantes había sido negativa. Había que recurrir a la balanza: ¿Importaba más Morrissey, o importaba que fuera con ESA compañía? Minutos de pensadera durante una misa... Mamá, necesito pedirte un favor. ¿Qué? Necesito que me compres dos entradas para ir a ver a Morrissey; tú sabes que después te las pago. ¿Y con quién vas? Ahí veo, por último mi padre asumirá. Bueno. Resultado: Al final del día, Eduardo era poseedor de dos entradas en cancha para ir a ver a Morrissey.

Dos entradas. Una para él. La otra para... ¿Para quién?

Los días corrían presurosos hacia el 4 de noviembre. La lista no se movía, y no era demasiado amplia. Eduardo requería hallar a alguien con quién ir a ver a Morrissey, porque ya lo había decidido. Morrissey no vendría en quizás cuantos años más, y él POR NINGÚN MOTIVO se lo iba a perder. Estaba seguro que valdría la pena, y que debía ir a verlo.

No se decepcionó para nada.

Segunda parte de la historia, pronto.

Hasta pronto.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo Barra.
"Como la flor que se niega a marchitar."

Conchalí surrealista (Parte II)

El día de las elecciones no podía ser distinto a lo que había sido el resto de la campaña electoral en Conchalí.

Fue un día que empezó temprano para mi. Claro, si tenía que acompañar a mi abuela a votar. Esperaba varias cosas de ese día. Esperaba que a la Concertación le fuera bien. Esperaba que a Santa Cruz le fuera muy bien. Esperaba que Conchalí no volviera a caer en manos derechistas. Esperaba que mis predicciones fueran acertadas en aquellos lados donde las había hecho. Esperaba ver a mi padre. También había esperado verla, pero aquello había sido prorrogado hasta el día siguiente. En fin, algo menos para un día agitado.

Con mi madre íbamos temprano en busca de mi abuela. Caminaba junto a un voto seguro para Sottolichio y Santa Cruz. Y es que casi toda mi familia votaría así. Sólo mi abuela materna se eximía, con sus dos votos nulos que le había anunciado a todo el que le preguntara; y una tía que era un misterio. No necesitamos nada más que dar unos pasos para percatarnos que el retiro de propaganda sólo era un mito en nuestra comuna; nadie había sacado los carteles.

Llegamos a buscarla en un taxi y partimos hacia la Juanita Aguirre. Los Carabineros nos dejaron llegar con el taxi hasta la puerta. Mi madre entra con mi abuela y yo espero a la sombra de un árbol, observándolo todo (como muchas veces) y en compañía de "La Nación Domingo". La sujeto elegida para la sección "Al desnudo" no está nada mal. Miro a la gente. Mucha gente yendo a votar. Sorprendente; mi padre anunciaba un panorama distinto. Sus pronósticos en general eran bastante pesimistas. Yo confiaba en que se cumplieran los mios y no los de él. Mi madre y mi abuela salen algunos minutos después. Justamente cuando he terminado de leer el diario. Justo a tiempo. Salimos en busca de un taxi. Al pasar por Independencia algo llama mi atención. Una candidata de RN ha escrito un rayado suyo por sobre el de un candidato del PPD. Sería normal si no fuera porque no ha borrado el rayado de Sottolichio ubicado al lado. Peor, ha hecho su rayado con la misma letra, de tal manera que parece que no fueran opositores. Más tarde consulto, y me entero que efectivamente no lo son; es sorprendente, pero se opone a Galdames. Una RN apoyando a un alcalde PPD... Lo recuerdo, estoy en Conchalí.

Llego a casa de mis abuelos. Mi madre se va; mi abuelo sale a votar. Mi abuela me tiene una sorpresa, y me la muestra. Es una carta. Hermano, no puedo creer que estés junto a los que mataron a tantos deportistas democráticos en Conchalí, que te hayas vendido a la UDI. Viene desde Suecia, y la ha firmado un hermano de un candidato a concejal de la UDi, aquel de "Por el deporte". Después encontraré aquella carta esparcida por las calles. Llamo a mi padre. Decidimos jugarle una broma a mi abuela. Le paso el auricular. Mi abuela pregunta quien es. Muerto de risa, le digo que Juan José Santa Cruz le está hablando. No cree, pero termina por darse cuenta que así es. No paro de reír en todo el rato. Mi abuela se emociona. Comentará orgullosa el hecho todo el resto del día.

Salgo a pagar el arriendo. Decido irme caminando. La carta no es el único panfleto que encontraré. "Sottolichio, eterno europeo", diviso en la calle. Lo leo. Así que el alcalde pasa más en Europa que en Chile. No hay ni que preguntar quién hizo el folleto. Más allá, "Empresa bruja". Ahora son los amigos del alcalde los que han armado empresas ficticias, ayudándole a financiar su casa y su auto. Me río. Sigo caminando. Veo el rostro de Pinochet. "Te pido que votes por él", dice, y apunta a Galdames. Me río más aún. Pago el arriendo y paso a buscar algunas cosas al agujero hobbit. Luego voy a almorzar donde mis abuelos. Comida y descanso antes de lo que vendrá.

Ya a eso de las cuatro y media las mesas empiezan a cerrar. Parto hacia el comando de "el peso pesado"; ayudaré a ingresar los datos que vengan desde las diferentes mesas. Objetivo: Ser primera mayoría de la Concertación. Cuando empezó la campaña era ser primera mayoría comunal. Mis predicciones lo creen así. Llego. En una pantalla gigante cinco o seís personas ven los primeros escrutinios. Subo al 1x1 que es donde están los computadores. Abrazo a mi padre. Me presenta al resto del "equipo". Miramos la TV mientras esperamos que comiencen a llegar datos. Undurraga está sorprendiendo en Maipú. Recuerdo aquel calificativo de "Kerry chileno" que le dio Bimbo. A Undurraga lo conocí en persona alguna vez; espero que gane. Schaulsohn se declara ganador. Comienzan a llegar resultados. Hora de teclear.

Modus operandi: Mi padre llama a los encargados de cada local; los que le van dando los resultados de las mesas que tienen. Yo y otro caballero traspasamos los datos a un par de computadores. Primero llegan los resultados de alcaldes. Ya con unas pocas mesas comprobamos que Sottolichio arrasa. Genial. Nada de concejales aún, aquello se demora más. Unos veinte minutos después empiezan a llegar las primeras mesas de concejales. Son de hombres. Los resultados no son buenos. Pepa Hoffmann deja la escoba. Santa Cruz va mal. Pero son como 3 mesas.

Aparece Santa Cruz por primera vez. Nos saluda. Le saludamos. Ya hemos recibido más resultados; en su mayoría de hombres. Santa Cruz está siendo elegido, pero va cuarto en la Concertación. Pepa Hoffmann los ha dejado a todos atrás. A los comunistas no les está yendo mal. Seguimos recibiendo mesas de hombres y Santa Cruz vuelve a aparecerse en el altillo. Pide mirar los resultados. Ironiza con la situación, y dice que en las mesas de hombres ni su hijo vota por él. Pero ya ha sobrepasado a Porto y ha quedado tercero.

Comienzan a llegar mesas de mujeres. La cosa empieza a cambiar. Parece que la imagen ayuda. Pepa Hoffmann no baja mucho, pero Santa Cruz comienza a alcanzar a la sorprendente Alejandra Saa y a "la leyenda" María Guajardo. Las distancias son de menos de un punto. También en las mesas de hombres las cosas mejoran. El estado de ánimo se vuelve ansioso. Santa Cruz está alcanzando a las mujeres de la Concertación. Puteo a Pepa Hoffmann cada vez que llega una mesa donde ha arrasado. Pasan los minutos. El primer computo del Gobierno apenas lo escucho, pero parece ser auspicioso. Siguen llegando resultados y sigue pasando el tiempo. En la Muni empieza a escucharse música. El triunfo de Sottolichio parece ser seguro. No así el del "Tremendo alcalde". "El ingeniero" lo ha adelantado.

La pequeña sala estalla cuando Santa Cruz logra sobrepasar a Saa y Guajardo. El peso pesado sube y es informado de los resultados. Ya puede empezar a descomprimirse; la tensión se lo ha estado comiendo todo el rato. Los resultados siguen llegando como una marea. La diferencia aumenta levemente, pero la lucha es apretada entre Guajardo, Saa y Santa Cruz. Hay otras luchas, pero primero hay que ver esta. Son casi las 11 de la noche. Las mesas de mujeres son cruciales para que Santa Cruz alcance cerca de un 11% de los votos. Nuevo computo leído por Correa Sutil, y el resultado es bueno para la Concertación. El PODEMOS sorprende a todos. La fiesta en el Municipio ya es total. La fiesta en el comando del peso pesado ya puede empezar. Los resultados que siguen llegando; ya no por vía telefónica, sino por vía carpeta, sólo confirman lo que ya tenemos. Hora de sacar las cifras repartidoras para ver como se conformará el concejo. Hora de que Santa Cruz suba y nos dé las gracias.

La Concertación alcanza cuatro concejales, y la derecha tres. Existe la posibilidad de alcanzar un concejal para el PODEMOS. Sorprendente. Les ha ido muy bien en Conchalí, es un juicio compartido por todos los presentes. La expectación se traslada a la lucha entre los otros dos candidatos DC al Concejo Municipal. Sólo uno quedará dentro. La distancia es estrecha. Metiendo los resultados de los colegios que faltan, la distancia se estrecha más. Uno de los dos es más odiado que el otro. El que va abajo sobrepasa al otro. Todos ríen. Al terminar de meter todos los datos, sólo trece votos separan a uno de otro. El dato del Gobierno es más risible aún; sólo son cinco votos de diferencia. Nadie puede evitar la risa.

Terminamos como a las dos de la mañana. El objetivo se ha logrado. Nos despedimos. Abajo la fiesta incluye baile; a todo parlante suena "este pasito se baila como tu quieres". Caminamos con mi padre por las calles conchalinas, comentando la elección. En el departamento mi madre sigue despierta. La saludamos. Mi padre se acuesta en el sofá-cama. Buenas noches. Lo beso en la frente y me voy a mi cuarto. Me meto bajo las sábanas. Apago la luz. A dormir el sueño de la victoria.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."