domingo, noviembre 07, 2004

Cómo llegué a ver a Morrissey (Parte III)

Un día para el día. Le envío un mensaje al celu en clases. No pasa nada. Me meto al MSN al llegar a casa. Aparece. ¿Te llegó el mensaje? No, ¿que decía? Era más que nada por lo de mañana. Agrégame a mi nueva cuenta. Espero... Ya no quedan días; ya son horas.

¿A qué hora es? Si me dejas en el centro puedo ir. Corro a buscar el diario donde he leído la hora del recital. No está. Busco en la página web del SUE. La cosa empieza a las 6 de la tarde. El señor Morrissey a las 22:10. Le digo. Si nos vamos hacia el centro, puedo. No me importa venirme apenas termine Morrissey. Yo debo irme hasta el centro, te puedo dejar en la Alameda. Momentos de consulta. Permiso concedido. Sonrío. Ahora soy yo quien debo consultar. Antes me pregunta si tengo las entradas. Tengo las dos; a cancha. Genialísimo, dice. Bajo a consultar con mi madre. Está leyendo un libro. Le solicito toda su atención. Le pregunto si puedo ir, y me encargo de explicarle con quien. Luego de refrescarle la memoria con respecto a quien estoy hablando, me dice que no hay problema.

Subo. Mi madre dio su beneplácito, escribo en la ventanita del PC. Ahora los detalles. Le pregunto a qué hora. 17:15 en el Metro... Pero nos conviene en la U. de Chile, si por allí pasan las micros. Ipso facto recuerdo que detesto juntarme con gente allí, y añado Santa Lucía a las alternativas. Elige Santa Lucía. Genial. Me alegro más aún. Le doy mi teléfono y mi celu. Me refresca la memoria sobre sus números. Me doy cuenta que había anotado mal anteriormente el número de su celular. Sin comentarios.

Le digo que no ha sido mi día. Derechamente no lo ha sido; si no hubiése sido por la ironía, habría sido un día horrible. Le hablo sobre el episodio más raro del día, donde me tocó ayudar a un israelí a tratar de llamar por teléfono a Jerusalén. Al menos aquello sirvió para saber que mi inglés no es tan malo. Preferí omitir que luego de eso tuve que ir a la SUBTEL, y me dieron el número 71 cuando iban en el 21. Peor, la situación era casi de tortura, ya que tenían puesto el canal de cocina. A quien cresta se le ocurre poner ese canal a gente que espera para hacer un reclamo a las 2 y media de la tarde. Aprovecho de avanzar en la lectura de dos libros y escribir una carta que no enviaré. Cuando ya no escribo ni leo, en la TV están mostrando pastas. Maldita sea. Gracias al cielo mi abuela paterna me esperaba con un gran plato de tallarines, que devoré en menos de 5 minutos. Son los tallarines más sabrosos que he comido en mi vida.

Vuelvo al día antes del día. Le pregunto por él. Parece que las cosas han andado mejor. Me dice que tratará de subirme el ánimo mañana. Le digo que ya me lo subió. Le agradezco. Me agradece a mi también por la consideración hacia su persona. Luego caemos en cuenta que también debemos agradecer a nuestras respectivas madres. Seguimos hablando. Odio Biología, le digo que haré una quema pública de mis cuadernos y guías en Cuarto. Se ríe. Pregunta si habrán micros a la salida. Le digo que sí. Por último nos venimos a pie. El castigo sería implacable para ambos. Momento de ingenio, le digo que si aquello sucede mis padres no me dejarían salir ni para ir a dejar plata para la Teletón. Se ríe. Ha de irse. Nos vemos mañanita. Nos vemos pues. Cuidese mucho. Llamo a mi padre. Le cuento con quien iré. Dice que me irá a buscar al centro. No es discutible.

El día llega. Salgo a clases; tarde. Soy recibido con un sonoro "perra" desde el fondo de la sala; emitido por quien se quedó sin recursos para ir a ver a Morrissey por ir a la Open Blondie. Me rio. Hablo con algunos individuos. Filosofía es un "hacer nada". Encuentro una de mis pruebas, pero decido no chequear. No estoy para nada con la mente en lo que allí sucede. Historia es peor; la conclusión sacada por Acevedo el miércoles se hace más valedera. Artemio ya no es imbecil, es cretino. Por primera vez en el año, duermo realmente en clases. Duermo, leo dos páginas de Werther, y sigo durmiendo. Llega el recreo y despierto. Salgo a comprar algo de glucosa que me haga despertar. Matemáticas y Castellano pasan. Fin de clases. Me despido; el Renato se cansa de desearme buena suerte en el SUE. Salgo y voy al banco. Arafat está muerto, o casi. No puedo creerlo. Bajo hacia Bandera. ¿Subirá o no? No. Llego a Conchalí. Recibo una llamada a pocos minutos de depositar mi humanidad en el hogar. Mi padre llega en menos minutos aún. Me baño y me visto mientras él ve una película. Me produzco para la ocasión: Pantalón negro con rayas rojas, camisa azul eléctrico, zapatillas y terno. No me veo mal. Me voy. Le dejo las llaves; me ha explicado minutos antes que consiguió un auto para irnos a buscar. Que bien. Que te vaya bien, dice. Gracias por todo. De nada. Salgo a tomar micro. Tarde, como siempre.


Cuarta parte... Mañana.

Saludos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tengo una duda quien cresta es el...eso dice en el relato...ya no entiendo nada

Anónimo dijo...

sólo te recuerdo que el acierto de la chaqueta es mío...para que no se te olvide