viernes, mayo 18, 2007

Una frase.

Me pregunto realmente si será "una frase". Si es que es "una frase" la que ha originado todo esto. Mi paranoia (o, mejor dicho, mis paranoias) me impide saber si es cierto.

Pero acabo de convencerme de que así es.

Al menos en mi.

Ayer, anoche, yo y mis incorregibles madrugadas. Demasiadas frases lanzadas al viento, bueno, a un viento específico que como cable telegráfico cruzaba los valles de Curacaví y Casablanca, dos túneles, una odiosa ciudad satélite, una barriada dejada de la mano de Dios, y varios edificios necesitados de un milagro -que no aparecerá- para devolverlos a sus años de gloria.

Frases y el miedo. Porque el miedo movía a la espera de "una frase", que no es la misma en cada caso. "Una frase", y aunque intentaban salir otras palabras para contener, tal parecía que, sin lluvia, aquella madrugada todos los embalses se salían de control.

Y aquella frase no llegaba y no llega.

Este pequeño desgarro a-verbal no tiene nada, nada que ver, con aquello de matar dulcemente con esa canción que decía la melodía que hace un rato sonaba en "Tiempo de consagrados". Al menos aquello tenía palabras melodiosas. Acá hay sólo silencios. Al menos, por ahora.


S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.