domingo, diciembre 24, 2006

Un recorrido navideño.

Este año no se me ocurrió nada personal que escribir. Sin embargo, en mi ánimo de trotamundos pobre (y sin la suficiente valentía como para largarme sin un peso por los caminos) quise hacer un breve recorrido por esos lugares lejanos que me gustan para ver qué se dice de esta fecha especial, la Navidad, por aquellos lares. Aquí el resultado:

Pudiera sorprender que el presidente de una República Islámica envíe un mensaje de Navidad, sin embargo, oh sorpresa, sí lo hace. En parte de su texto Mahmud Ahmadineyad señala: "Creemos que el amado Jesucristo también aparecerá en cumplimiento de una promesa de todos los profetas, y que, mano a mano, el Prometido de las naciones traerá como regalo toda la belleza y la bondad para todo el género humano y para toda la tierra, y que en estos días nos acercamos un año más a ese glorioso día.
Además de conmemorar la natividad del profeta de la amistad y del amor, Jesucristo, y felicitar la llegada del nuevo año cristiano, le ruego a Dios, Clemente y Misericordioso, que traiga a todos, en especial a los cristianos de Irán y del mundo, felicidad y salud y que sea un año lleno de bendición, éxito y amor."


Por su parte el ánimo no es de los mejores en Belén, al parecer. La Oficina de Información Chileno-Palestina dice en su nota "Navidad bajo la ocupación en Belén": "Hablar de la Navidad es imposible sin hacer alguna referencia a Belén, el lugar donde nació Jesús. La misma ciudad que hoy se encuentra rodeada de asentamientos, un muro que divide a sus habitantes y cortada por puntos de control que no permiten el libre desplazamiento. Este año, como muchos otros, Belén desafía el cierre y el sitio, mientras los residentes tratan de celebrar Navidad a pesar de las dificultades causadas por las prácticas ilegales de la ocupación israelí.". Es que debe ser un poco complicado tener un ánimo de alegría en un país donde, como señala el Patriarca Latino de Jerusalén en su mensaje: "Navidad vuelve a llegar a Belén, este año, en las mismas circunstancias de muerte y frustración, con el muro y las barreras en la tierra y en los corazones. La «ocupación» y la privación de la libertad, por un lado, el miedo y la inseguridad, por otro, se mantienen. Gaza sigue siendo una gran prisión, un lugar de muerte y de internos disensos palestinos. Incluso niños han sido asesinados. Y, todos, incluida la comunidad internacional, permanecen impotentes para encontrar las verdaderas sendas de paz y de justicia."

Una interesante reseña de las costumbres navideñas en ese país hace el Servicio Hispánico de Radio Bulgaria, acotando, como la conducta que me llamó más la atención, que comen sólo vegetales en el día 24. (¿renunciaríamos los chilenos a nuestros suculentos trozos de carne?) Los que comprenden el inglés reirán además con el "Arma Secreta de Dresden", o cómo los yanquis son tan paranoicos que sospechan de un pastel de frutas navideño como arma biológica, según informa la redacción inglesa de la Deutsche Welle. En Serbia por su parte la Navidad espera para su mayoría ortodoxa, que al tener calendario juliano es más tarde que para los católicos de occidente. Sin embargo el Patriarca Pavle de la Iglesia Ortodoxa Serbia en su saludo a los católicos del rito Romano (Latino) deseó "que en el nuevo año haya menos inquietud y mas tranquilidad, menos odio y mas amor, menos discordia y mas concordia.", como apunta Radio Serbia Internacional. Por su parte llega hasta África el legado de una idea nacida en Roma: la comida de Navidad de la comunidad de San Edigio. Detalla la agencia Fides que "en Mozambique la Navidad se celebrará en más de 20 ciudades, en la que participarán niños de la calle, mendigos, leprosos, ciegos, familias pobres y muchos presos. En África la pobreza emerge con particular dureza en las cárceles, por ello, muchas comunidades africanas, en Mozambique, Guinea Conakry, Burkina Faso, no sólo visitan regularmente los presos, sino que en el día de Navidad preparan una comida que es para muchos el único verdadero almuerzo de todo el año."

Sin embargo quizás la noticia que más me sorprendió de todas las revisadas fue una originada en Inglaterra. Y es que, al parecer, como Zenit señala, en la isla ocurre que "«Lo que hoy se querría es una ‘Navidad sin Jesús’, una Navidad reducida a pura fiesta de disfrute y despreocupada»" ya que "Entre los signos que denotan esta guerra a la Navidad, «The Sun» señala que las casas comerciales están prohibiendo las decoraciones navideñas si ofenden a otras creencias; la Navidad ha sido rebautizada como Intervalo de Invierno, las tarjetas llevan la leyenda «Felices vacaciones» en lugar de «Felices Navidades»; las representaciones de Navidad son prohibidas si los no cristianos las encuentran ofensivas.". Por decir lo menos, extraño.


Feliz Navidad para todos los que pasen por aquí, que ojalá la puedan vivir en paz y sintiendo el amor y la esperanza que se nos regala en estas fechas.

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

martes, diciembre 12, 2006

Se murió.

10 de diciembre. Era un domingo más. Desperté tarde, pues me acosté bastante tarde hablando y escuchando canciones. De todos modos, alcanzamos a llegar a la misa de doce, que tuvo bastante concurrencia, como siempre. El calor, el típico del de un domingo de diciembre, sofocando desde tempranos momentos del día. Lo único anormal fue que mi tía, por vez primera, pudo comprar empanadas a la salida de misa. (El público suele agotarlas rápidamente)

Fuimos a almorzar a casa de mi abuela Guille, como solemos hacerlo muchos domingos. La sensación de sofoco era la misma que suele sentirse todos los días de calor en esa casa. El almuerzo, como siempre, constó de dos platos, y en la TV había puesta una serial, como para pasar la hora y el día. Mientras comíamos "el segundo", una llamada. Mi abuela, discretamente pero no tanto, se preguntaba cómo a mi tía, su hija, se le ocurría llamar a esa hora. Esa llamada portaba las noticias que el ineficiente RED TV no fue capaz de dar al momento.

La llamada causó que cambiáramos la TV. Que decía que Augusto Pinochet había muerto. Al parecer, nadie de los cinco que estábamos en la mesa le tomamos el peso al asunto de inmediato. Ni ningún gran peso posteriormente. Veíamos las imágenes y escuchábamos las palabras. Pero no hubo ninguna gran explosión, ninguna expresión de gran emotividad. Mi tía María se fue a dormir. Desconozco si hará lo que decía el viernes: que se tomaría una semana luego del hecho. Yo, mi madre, mi tía abuela y mi citada abuela nos quedamos a la mesa, viendo la televisión, y hablando, pero no mucho. Intentamos ubicar a mi otra abuela, sin éxito. Después yo sabría por qué.

Se había muerto. Había razones para creer que mi tía abuela, que para 1973 era dirigente en su fábrica, logró llegar a duras penas a casa el 11, y luego pasó unos días detenida y perdió sus ahorros en las devaluaciones, podría festejar. Se puso contenta, pero dijo muy poco. Su hermana, que inexplicablemente (o sea, hay una sola explicación: el rencor hacia su hermana ya mencionada) se ha puesto más derechista con la edad, hizo pocos comentarios. Yo y mi madre lanzamos algunas tallas, pero dijimos poco. Y es que ambos coincidimos bastante en nuestras reacciones. No había motivo de salir a abrir champaña, como algunos. Pero tampoco ni una lágrima ni pena por alguien que no la merece.

Sí historia y recuerdo.

De vuelta a casa mi madre me contaba algo que yo desconocía. A mis abuelos paternos, que se mofaban de la muerte del tirano por teléfono, el 11 de septiembre del 73 sus vecinos les fueron a bailar en las afueras de su casa, por ser partidarios de Allende. Imagino, es una de las cosas que me gustaría sentenciar escribiendo historia, que a mucha gente le pasó lo mismo. No considero por ello que deba salir ahora a bailar frente a la casa de alguien. Pues la bajeza humana no es algo que deba compartirse. Los errores están para superarlos, no para imitarlos. Comprendo las sonrisas de aquellos que tuvieron muertos durante la dictadura/gobierno autoritario, los besos de los padres de los Vergara Toledo de Villa Francia (que reaccionó, más allá de las barricadas, con recuerdo y películas, y no como los pseudoanarquistas-"dejar la cagada" que, como decían en el fotolog de un amigo, deberían quemarse la raja, pues jetones como esos hacen que la gente pida a gritos gente como Pinochet.), pero yo no considero que haya habido nada que festejar. Se murió, como toda la gente muere; eso no es en si mismo una victoria. Lo único que demuestra es que no era "inmortal", como los carteles de sus incondicionales decían.

Además, ¿por qué alegrarse? Hoy he visto por televisión, por supuesto, extranjera (TV5 de Francia) una noticia que debería darnos vergüenza. Pues la Etiopía de la que nos acordamos con lástima y sorna por sus niñitos hambrientos, la Etiopía en la cual hasta hoy un viaje dentro del país podría demorar meses, que apenas tiene una línea de ferrocarril; esa Etiopía ha conseguido condenar a su dictador Mengistu, de inspiración marxista, por genocidio, muertes muchas de las cuales cometidas contra eritreos, que ahora, como nación independiente, son azuzados por su gobierno contra Etiopía. Ellos lo hicieron, después de 10 años, con calles de tierra. ¿Y acá? Se equivoca el señor Libedinsky, que me parece respetable, cuando dice que el Poder Judicial chileno hizo todo lo que pudo. La Alta Corte Federal de Etiopía hoy, en un sabio acto de la vida, acaba de hacer tabla rasa con sus palabras.

Lástima no se merece. ¿Lástima a alguien que lo tuvo todo, que aprovechó todo? Uno de los que fuera mis profesores lleva días esperando una cama para operarse de un tumor. Este individuo tenía una ambulancia y una cama en un hospital aseguradas para lo que le ocurriera. En la balanza, mi profesor merecería mucho más ser atendido por un médico, a mi parecer. Cuando estuvo preso, tuvo abogados, el mejor abogado de este país en realidad (en términos meramente jurídicos). Sin hacer nada vivió mejor que los que viven bajo los puentes, que los que cosechan zanahorias en las noches de invierno, que los pirquineros, que casi toda esta nación. ¿Qué lástima debería tenerle? No, ninguna.

Tampoco pediré por su alma. Me referiré aquí a un punto que me resulta doloroso. Es que estoy profundamente decepcionado de la reacción de la iglesia a la que adscribo, la Iglesia Católica, ante estos episodios. No porque hayan ido a hacerle misas y responsos, pues eso cabe para todo católico en la hora de la muerte, desde el que ha asesinado hasta el bebé que muere a los días. Sino que de otras palabras, innecesarias. Que el cardenal arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, haya señalado que "[Pinochet] sintió el deber de asumir el mando supremo de la Nación" y "En esta hora le agradecemos a Dios todas las cualidades que le dio y todo el bien que hizo a nuestra Patria" me parece poco menos que una traición a la memoria de sus antecesores Raúl Silva Henríquez y Juan Francisco Fresno. Pues si bien en su momento el cardenal Silva Henríquez dio un apoyo limitado al Golpe, denunciando también los aspectos que le parecían ilegítimos; a la luz de lo que sabemos actualmente no podemos decir que Pinochet haya "sentido el deber". Fue un oportunista, un sobreviviente, un tipo que dijo "si no lo hago yo otros pasarán por sobre mi". No me parece que lo haya movido una conciencia patriótica. Y desconozco qué deberíamos agradecerle, pues sus antecesores ya mencionados denunciaron públicamente todo el mal causado por su gobierno, y eso no estuvo presente en las palabras de la autoridad eclesiástica de Santiago. Si no iba a mencionar esta arista, no veo por qué mencionó la otra. Y lo del supuesto deber pudo ser obviado. Por otro lado de parte de la Iglesia, la misma que habló de "cultura de muerte" durante su mandato, no leí ninguna reacción que me parezca en relación con ello, salvo quizás la del antiguo Vicario para los Trabajadores, monseñor Baeza. La más notable de las reacciones de la Iglesia tuvo que venir de... Paraguay. Y es que el obispo Melanio Medina "consideró que el ex dictador Augusto Pinochet, fallecido el domingo, tendrá 'un veredicto inapelable de Dios' al no responder en vida por los crímenes perpetrados durante su régimen." (Radio Cooperativa, 11-12-06). Como creyente, y también con él como creyente en la misma fe, esa certeza me tranquiliza, pues se sabe que no es Dios quien condena, sino los hombres, y "de los arrepentidos es el reino de los cielos", pero el cielo no se abrirá en júbilo para alguien que, al menos dentro de lo que sabemos, nunca fue capaz de decir "perdón" ni de tener "un gesto de grandeza"; gesto que, como me recordaba hoy mi abuelo, salvó la figura de O'Higgins para la posteridad, pues éste fue capaz de decir "aquí está mi pecho" y retirarse. Pinochet no siguió en el poder porque Merino, Matthei y Stange no lo respaldaron.

Da para ver paradojas y reacciones inexplicables este hecho, una de ellas es la de Matthei. Pudiendo pasar a la historia como el hombre que dijo "tengo claro que ganó el No, pero estamos tranquilos", ahora se le ocurre tildar al mismo que quería hacerle firmar poderes especiales de "un gigante". Quiero creer que este de verdad tiene demencia, pero no lo sé, especialmente considerando que aceptó quedarse al mando de la Fuerza Aérea cuando Leigh, que podrá haber sido muy fascista pero al toda la vida se mantuvo en un camino claro, a mi parecer, fue "echado" por Pinochet. En un aparte quiero respaldar a Belisario Velasco, criticable por muchas cosas, pero en este asunto el único tipo con cojones (salvo quizás la ministra Blanlot... Y bueno, en este caso, Bachelet estaba de manos atadas, lo sabemos) de este Gobierno, pues dijo la verdad, Pinochet no es un héroe, no es el salvador de la Patria, pero tampoco Satanás encarnado. Es lo que es, un dictador más, un tirano, y una creatura de la historia y una sociedad que tampoco asumen haberle dado espacio. (Ravinet puede meterse su "mal gusto" donde le quepa; lo suyo es, como dijo el dignísimo senador Ruíz Esquide, "inaceptable".)

Pues un hombre como él no nació por voluntad propia, sino ante una oportunidad abierta. Abierta, como señala hoy "La Nación", que me parece que ha tenido una gran reacción tanto el lunes como el martes en sus ediciones, porque en su momento nadie (ni derecha, ni izquierda, ni decé, ni pueblo. Hago dos posibles excepciones, que son las que creo conocer: Carlos Prats y Raúl Silva Henríquez) tuvo demasiado compromiso con la democracia, con la justicia, con el respeto por los otros... Pues la voluntad de "hacer la revolución" o "acabar con el marxismo" estaba por sobre todo. Incluso ante el matar. Y Pinochet, y sus colaboradores, y todos aquellos que incitaron la violencia, del bando que sean, saben y sabemos que "no matarás". Las manos están manchadas con sangre en el caso de muchos, y de pocos se ha oído la palabra que sí se oyó de un hombre al que muchos criticarán por "haberse dado vuelta la chaqueta" o por "golpista", pero que al menos reconoció su error, como es el pifiado durante el funeral: Patricio Aylwin Azócar.

La vida, Dios para los que creemos, es más sabia que todos nosotros juntos... Pinochet murió fracasado, a pesar de los vítores de sus partidarios. Por su mente debe haber pasado una muerte como la de Franco, al que dudo que se le destruya algún día su Valle de los Caídos. Este va a tener que quedarse en una ánfora, en una casa, que quizás algún día alguien robe o venda. A Franco (recordemos además que el gobierno español prefirió echar a Pinochet para recibir a las otras altas personalidades) lo despidieron dignatarios de toda Europa. A este, sus seguidores de opereta y el Ejército, que no hizo más que cumplir con un deber que me parece un "cacho" para esta institución. Morirá además ignorado, sin mucha pena ni mucha gloria, pues mañana el país vibrará con Colo Colo, que si gana dará paso a un país blanco el jueves, o a una depresión general, pero borrará su noticia de las mentes, y luego la Navidad, el Año Nuevo, los fuegos artificiales, el verano y los culos en directo desde las playas, y la vida seguirá. No se morirá nadie ni se acabará el mundo con su muerte.

La vida... Es paradójico, pues el mismo día en que "estiró la pata" recibí la noticia de que tengo una hermana, que nació una personita indefensa que lleva mi mismo primer apellido. Y que espero que, a pesar de que no nace bajo los mejores augurios, sea un signo de esperanza. De esperanza que las cosas sean distintas. Pues no puedo sino concordar, al mirar y al vivir en este país, lo dicho por el escritor Darío Oses ayer en "La Nación": que "la larga noche del general volverá a extenderse sobre nuestra patria". Pues no se ha reconocido que le dimos espacio a su capa. Podríamos volver a hacerlo.

Sin embargo, quisiera despedirme con una luz de esperanza. Se murió. Al fin, tenía que ocurrir. Que su nombre y sus actos nos queden en la memoria sólo para asociarlo con dos palabras: Nunca más.


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

lunes, noviembre 27, 2006

Mi primer cassette.

Hace un rato, aburrido de que en "Entre nueve y una en Cooperativa" hablaran de una miss no sé cuántito, cambién de radio, y terminé llegando a la Radio Universidad de Chile. Para mi sorpresa sonaba una canción que tiene sus años. "Y nos dieron las diez y las once...", escuché, y no me resultó desconocida.

Al parecer aparecí en un tiempo fronterizo pues alcancé a ver el tiempo en que los cassettes eran la plataforma para la música, sin embargo, también he sido testigo de su rápido desplazamiento por los discos compactos. Pero por aquel entonces, cuando llegaba a Chile la historia del pueblo normal después de un concierto, el cassette tenía un dominio indiscutible. Y yo tuve la extraña pretensión de pedir "Física y Química" para mi.

¿Por qué un muchachito de siete -sí, supongo que por ahí- años y chalecos de colores pediría un cassette así, de un tipo bohemio que en una época más o menos cercana (esto yo no lo sabía entonces, claro; me vine a enterar hace un año, quizás algo menos) venía al Festival de Viña y ponía como exigencia irse de putas? Sólo la canción aquella con que me topé en la radio podría explicarlo. De hecho, nunca escuché demasiado el cassette y nunca me sentí muy atraído (al menos en ese entonces) por otra canción que no fuese esa. Debe haber sido el ritmo ese de vals (cuando no tenía idea de lo que era bailar... bueno, ahora tampoco tengo mucha idea de eso), o quizás las pedradas que le daba a la sucursal del Banco Hispanoamericano, episodio que aún me da algo de risa y que quizás contenga la clave de la respuesta, pues, hasta hoy, siguen atrayéndome las canciones con buenas historias, lo que explica en buena parte algunos gustos arrabaleros de mi persona que suelen resultar poco comprensibles. (Rancheras, por ejemplo. ¿Cómo explicarlo si no fuera porque aquello de no cambiar ni por mil puñados de oro las bendiciones y el cariño de mi madre me parece de las mejores letras que haya escuchado?)

Así pues el señorito que entonces sólo tenía cassettes con cuentos del Tío Rico y de Disney (mi pasado culpable, dirán algunos) tuvo algún día la idea de pedir un cassette que tenía en la portada la cara de un tipo y una leyenda que decía "Física y Química", dos cosas con las cuales, posteriormente, nunca se llevó muy bien, pero la canción aquella sigue gustándole, como lo demostró el que se pusiera a bailarla solo cuando la escuchó por la radio.


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

martes, noviembre 14, 2006

Mes de María.

Estimado lector. Y lectora. Al leer el título de este escrito probablemente usted piense que voy a hacer una especie de nota histórica. A desempolvar un añejo rito como para hablar de él en afán de recuerdo. Y no es así. De hecho, me nació hablar de este mes precisamente porque me sorprende su vitalidad. Porque me sorprende ver que incluso los sábado a las 7:00 la parroquia está casí llena de fieles, que normalmente no harían algo así, y no deja de ser asombroso saber que sigue rezandose el Mes de María en capillas y parroquias, barrios y plazas, conventos y hospitales... Como cuando, hace no tantos años, mi tía y mi abuela me sacaban a rezar el rosario a la plaza que varios de ustedes conocen. Este año decidí retomar la tradición, por diversos y secretos motivos. Con extraño gusto he podido notar que no he olvidado el rito.

Es que el Mes de María, como suele ocurrir con estas cosas, sigue vivo precisamente por la gente. Por la abuela que cría al nieto y lo lleva a la parroquia en espera de una madre que siempre llega tarde y cansada. Por la madre que no trabaja, y lleva a su hijo que es feliz corriendo por los pasillos del templo, feliz como ella misma no lo es. Por las señoras que viven solas, en esas vidas que parecen ser siempre iguales, cada día igual, y que, en parte por eso y en parte para romper eso, recuerdan que entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre hay que ir a rezar el Rosario. Por el trabajador que demora un poco más la llegada a la casa y al plato de tallarines por un mes sólo porque al estar allí, frente a esa imagen hermosa, siente que vuelve la madre que hace tanto se fue. Por el joven que todavía la tiene consigo, pero está tan lejana que es como si no estuviera, e incluso esta éterea y anticuada le parece más cercana.

El Mes de María debe ser de lo más tradicional de los católicos. Aunque la Adoración Nocturna Chilena, que reparte los folletos con las oraciones del mes, ponga las oraciones con el pronombre "tú", el poder de la gente puede más, y sigue rezando el "vos". Hasta el coro juvenil más innovador se ve obligado a ceder ante el invencible "Venid y vamos todos", himno oficial e indiscutible de estos días. Y aquellas mismas oraciones que aparecen encabezadas por el Pbro. Rodolfo Vergara Antúnez, a quien nadie recordará, pero aquellos párrafos que comienzan con "¡Oh María!" salen a flote de la memoria incluso de aquellos que hace años no volvían a esta tradición que sigue viva.

Alguna vez el Padre Alfredo, nuestro "guía espiritual", ha señalado que la Iglesia Católica a comienzos del siglo XX tenía cuatro pilares: el Partido Conservador, la devoción al Sagrado Corazón, la devoción a la Vírgen del Carmen y los Ejercicios Espirituales (de San Ignacio). El primero murió hace bastante, por más que muchos pretendan ver en la UDI o la DC una especie de émulo. Las devociones al Sagrado Corazón y la Vírgen del Carmen suelen estar venidas a menos; si bien hay gente que las mantiene, ya no son 10 cuadras de jóvenes marchando (lea "Banda de guerra", referido a la procesión por la Patrona de Chile) en honor de la señora del Carmelo. Los ejercicios espirituales son practicados por algunos, sí, pero la mayoría los desconoce, y supongo que no muchos querrían someterse al camino de escoger entre "las dos banderas". De las misas ni hablar; si bien es posible ver parroquias llenas en muchas partes, los datos duros de los números son claros, y con suerte el 20% de los católicos va. Pero sí queda, sí vive, el Mes de María.

¿Por qué? Quizás porque en este país de "huachos", de padre(s) ausente(s), la importancia y la necesidad de la madre es de una intensidad desbordante. Quizás eso es lo que da sentido al joven que la siente lejana, al anciano que ya no la recuperará más, a la señora que nunca lo fue, a, por un mes, sentir aquello de "nuestra buena Madre", creer que es posible que "nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y dé esperanza para el porvenir" cuando cada vez parecemos tener menos un sentido y un motivo. Ahí aparece ella. "La más santa y (...) la mejor de las madres". Tan madre como las otras; como para levantarse a las 6:30 e ir a verla, o dedicarle una hora todos los días en su mes.

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

jueves, noviembre 02, 2006

¡Melipilla en Primera! (Crónica de un hincha)

Santiago, 31 de octubre de 2006 - 2 de noviembre de 2006.

El viaje hacia Melipilla transcurría con pocas palabras. Es que los nervios y las ansias estaban allí. A tan poco del partido esperado ya no había mucho que decir, pero sí mucho que desear.

Para entonces ya había pasado una semana llena de ansiedad e inquietud. Las circunstancias habían hecho que un partido que de por si prometía se transformara en un duelo decisivo. Un imperdible, un partido que prometía ser memorable. Y que mientras llegaba provocaba que el pensamiento se concentrara en él, cuál huracán absorbiéndolo; que las noches se hicieran interminables y que no hubiera ni sueño ni hambre. Que los nervios hicieran reír por lo bajo, y que pasaran frente a los ojos los datos, las posibilidades, ese "y si ganamos"... Incluso no era extraño sorprenderse gritando solo, como si ya se estuviera ante la cancha.

Felipe me había prestado el "The Clinic", pero apenas le eché una hojeada; la inquietud me impedía leer. Pasado el peaje aparecía Melipilla. En la radio ya a esa hora, las 15:00, transmitían acerca del partido. Mientras íbamos por Vicuña Mackenna se escuchaban los testimonios de los hinchas del Lota, que habían llegado temprano a la ciudad de los cuatro diablos. Pocos autos y poca gente circulaban: Entre el Súperclasico y el partido al que nos dirigíamos, seguramente la gente se comenzaba a guardar para ponerles atención.

Avanzando por Pardo las casas de adobe nos daban la bienvenida. Arriba del bus los hinchas del Lota eran mayoría, y con algunos de ellos comentábamos lo que estaría pasando en Chillán y otras cosas para distender. Al llegar a Benítez el bus se detuvo. Una masa de hinchas lotinos, que realmente llegaron en tropel al Municipal melipillano, intentaba entrar al estadio. A lo lejos, en lo más alto de la galería oriente, se veían algunos hinchas melipillanos. El bus tomó un desvío para llegar al Rodoviario, y por Ortúzar se veía llegar otra marea, esta vez la de los hinchas de blanco y azul. Al parecer llegar una hora y media antes no había sido una medida exagerada.

Bajamos en el Rodoviario y entonces llamé al hombre de las entradas. Todo listo; nos estaba esperando por la puerta donde entran la ambulancia y los bomberos. Se sentía la efervescencia de la gente mientras cruzábamos, y allí, al frente, un hombre de jockey y maleta (sin ser "el hombre del maletín") levantaba la mano para decir que ya me había reconocido. Hechas las presentaciones varias, había que arreglar el tema de las entradas. Tres de los que habíamos subido al bus se nos separaron: entraban por Benítez. Los cuatro que éramos desde ahora en adelante entramos por la puerta chica de Ortúzar, y acordamos ponernos en la oriente a pesar del sol, sólo porque la presencia de la barra lo haría más entretenido. Después nos daríamos cuenta que no nos habíamos equivocado, y que además el sol no iba a ser una gran molestia. La fuerza del viento, que corrió toda la tarde, anuló los efectos del astro rey.

Nos ubicamos cerca de la barra, ahí en "la popular", lo suficientemente alto para ver bien el partido. Para lo que faltaba más de una hora. Amenizaba el ambiente la música del recuerdo, y con el Memo nos acordábamos de todas esas canciones de Buddy Richard y los Hermanos Zabaleta, que no corresponden al típico repertorio del "DJ" (término que nos hizo acordar cómplicemente de una canción de nuestro ídolo con quien me acompañaba a la derecha) del Municipal melipillano. Pero pronto volvió a la normalidad, con cumbias. El hambre comenzaba a hacer algo de efecto, y para entonces desenfundamos los sanguches y las galletas, a fin de engañar al estómago.

Después del "mange", el aliento. Los lotinos comenzaron a hinchar, obviamente molestando a la barra melipillana, y no tardamos en responder. Los hinchas de siempre gritaban cuando se extendió la camiseta gigante de los Meliadictos, esa que con tanto orgullo se ha presentado en otras canchas. Y estábamos en esa cuando de pronto baja algo por la galería. ¡La bandera gigante! Con entusiasmo, aunque la primera vez sin entender mucho lo que pasaba, la gente -entre la que me incluía- fue bajando la bandera y agitándola con entusiasmo, aplaudiendo cuando se replegó. Aquella bandera gigante nos garantizaba entretención para el partido.

Partido para el que no faltaba mucho. Nostalgia miraba a la gente, curiosa por el ambiente de estadio, Memo y Zaldee ya estaban con los audífonos en las orejas, y yo que de puro ansioso no quería poner la radio para escuchar los avisos de Supermercados Romanini y Emelectric que ya me sé de memoria, y que me desafíen a cantarles los "jingles" promocionales. Prefería pasar los nervios en silencio, con el ruido del viento y de los cánticos. Mientras, nos divertíamos viendo a Traverso y compañía hacer el calentamiento moviendo los pies para un lado y para el otro. Miraba para los lados y veía lo increíble: gente de pie. Y mucha. Me recordaba las imágenes del "Federico Schwager" con la gente tras esos pasillos de rejas y yo en la semana diciendo "no, aquí no se puede poner gente de pie". Ahí estaban. El público había desbordado las expectativas, restando varios minutos para el partido. Cuando faltaban unos veinte minutos prendí la radio y saqué la libreta de notas. Todo listo, y sólo faltaba el pitido inicial.

Primero salieron los lotinos, encabezados por su típico minero, que recordaba haber visto la semana pasada en "Pelotas". Y después, ¡Deportes Melipilla! Gritamos para recibirlos y yo agité mi bandera, pero pronto los gritos se callaron. Es que el polvo blanco de los extintores nos cubrió, pero pocas veces he quedado empolvado con más felicidad. Bajó de las alturas la bandera gigante y la agitamos entre gritos y saltos, para alentar a un equipo que lo necesitaba. Pasado el humo y subida la bandera nos sentamos. Comenzaba el partido.

Pronto los nervios que mostraba Deportes Melipilla en la cancha se me transmitieron, y las chuchadas se hicieron proporcionales a los errores que mostraba el equipo de mis amores. Recuerdo haber desatado la hilaridad de mis amigos con una larga serie de chuchadas que le eché a un lotino que fauleó a uno del Potro cerca de la galería visitante: un verdadero rosario de improperios que me hizo darme cuenta de que debía guardar algo de calma. Calma que era difícil mantener con los goles que se perdía Lagunas, y con los que Lota dejaba pasar. Era la primera mitad y terminaba a cero. Y yo pensaba que nos iba a pasar lo mismo que en todos los partidos anteriores.

De todos modos al salir de nuevo el equipo me levanté agitando mi bandera y grité para animarles, aunque no me oyeran. Las plegarias de la semana fueron escuchadas, pues, al parecer, la bondad alcanzaba como para regalarle un triunfo a los hinchas melipillanos, a los de siempre y a los de ocasión. Una jugada inentendible, pero daba lo mismo. Cuando el defensor lotino la sacaba desde dentro nos mirábamos con una cara de "entró, ¿cierto?". Y Osses señalaba el centro de la cancha, y los jugadores de Melipilla atinaban a abrazarse. ¡Era gol! ¡Sí, era gol! ¡Gooooooool! ¡Me-li-pi-llla, Me-li-pi-lla! ¡Qué se pare Melipilla! Gol, sí, ¿qué importaba cómo? Era para sonreír, para gritar, para agitar la bandera al viento respondiéndole a Pericás y a los jugadores que llamaban a alentar.

Ahí despertó el equipo y despertó la alegría. Pero faltaba más. Mientras me imaginaba al frente a Mauricio y a Luis en silencio acá nos recuerdo ante un córner de Johan Fuentes gritando como en el circo romano "¡gol! ¡gol! ¡gol!". Y llegó el otro gol. Un golazo. Pericás le hizo todo el honor a su apodo, y de haber estado el Reno ahí le habría dicho "¿viste que era Maestro?". Nostalgia sabe cómo festejé ese gol, ese gol que me hizo saltar frenéticamente sobre el tablón, aún a riesgo de caerme. ¡Gooool! ¡2-0, ahora sí, ahora sí que parecía listo! Y cómo no creerlo, si en la cancha veía al fin al equipo ese que ganó tantos partidos; al que me tocó más escuchar que ver, porque perdió con Curicó, con Magallanes no jugó a nada, y con el mismo Lota casi termina provocándome un infarto. Ahora sí, y se ganaban unos ¡óle! entusiastas, y yo me emocionaba porque era la primera vez que veía algo así; porque para 2004 recién estaba recuperando la afición, y para el 92 era muy chico y mi abuela aún no me hablaba de este equipo, aún no me presentaba al señor de las banderas, ni íbamos solitarios yo, ella y mi padre a una tarde en Santa Laura, con menos gente que en reunión del Partido Liberal y ahí, sin nadie alrededor, vimos jugar a ese equipo de blanco y azul.

Se acercaba el momento. Allá en la norponiente, donde la primera vez que fui al Roberto Bravo Santibáñez tuve que aguantar un tiempo, porque entonces no sabía que el papá del Memo siempre llega atrasado a los partidos, el silencio se sentía. Acá el carnaval estaba a punto de desatarse. El pitido no hizo más que dar la señal de inicio. ¡Melipilla en Primera! era el grito, y allá lejos, en la banca, los de rojo se fundían en un abrazo. La gente que fue acumulándose tras el tablero marcador, ese mismo que antes del penal aquel domingo de invierno había cambiado sin que se hubiera metido el gol, salió corriendo hacia la cancha. Encabezados por la bandera a cuadros con los potros azules, más orgullosa que nunca, se acercaron a los jugadores, los que habían logrado todo esto. Los que hoy reemplazaban los recuerdos de ese globito de la U. de Conce, del mal arbitraje ante la Católica, de la liguilla que se sentenció en Rancagua, con una alegría que era fin y comienzo de un sueño.

Bajó la bandera gigante una vez más, flameando con más entusiasmo que nunca. Luego vinieron a saludar, emocionados. Los aplaudimos de pie los cuatro, mirando su emoción. El flaco Medina, aquel de la entrevista en la "Triunfo" que traía un papel adhesivo con mi nombre, parecía un cabro chico subido en la reja, gritando, recordando seguramente a su hijo. Franco Cabrera se creía el jefe de la barra y se había apoderado de la bandera con los potros, haciéndola flamear. Flameaban todas las banderas blanquiazules, el viento agitaba a los caballitos mientras a lo lejos las visitas comenzaban a partir. Abracé a los muchachos, a la muchacha, por la compañía, por la alegría, por el bendito momento. Los jugadores se iban, pero se decidieron a dar la vuelta, y volvieron los gritos y pobres de los que se hubieran ido antes, porque ¡es un carnaval, es un carnaval, es un carnaval, Melipilla es inmortal!, y era inmortal, más que nunca, al menos para mi; el viaje, la plata gastada, el año y un poco más en el blog, las dos horas y media cada domingo y luego quedándose a escribir en el computador, todo había valido la pena.

Finalmente se fueron a cantar con Musrri en los camarines. Nos sacamos algunas fotos más, y fui sincero. No me quería ir. Pensé en ir a la Plaza, pero ya era tarde, y la ciudad donde nadie comprendería la camiseta que llevaba puesta me esperaba, nos esperaba. Eché unas miradas al "Roberto Bravo" para no olvidar nunca más, con nostalgia y una alegría que se irradiaba. Salimos a Ortúzar y me animé a agitar la bandera, en medio de algunos bocinazos, algunos de ellos respondiéndome. Era una fiesta. El papel blanco llenaba la galería oriente, pero ahora la veíamos a lo lejos, desde el Rodoviario. Ya en el bus, la radio nunca habló de nuestro triunfo, y sí del Colo con la U. No importaba nada. Ahí había estado, para verlo. Para no olvidarlo nunca más.


Como en aquel "Cosas del fútbol" que tiene su espacio bien ganado en mi repisa, es la hora de los agradecimientos. A Gonzalo, que me hace propaganda, me contactó, y me advirtió que no pusiera su foto en el fotolog. A Patricio, que no se hizo problemas en comprarle 8 entradas a este individuo y en interrumpir su labor para salir a dejármelas. A Juan Carlos, con quien nos quedamos mandándonos mails algunas madrugadas, de esas en que apenas se podía dormir. A Mauricio, por todas las nerviosas charlas de la semana, y especialmente por el gesto que tuvo al despedirnos. A Badir, que se aguantó las lágrimas para sacarme unas fotos, que pondré en los próximos días. A Andrea, porque otra podría con justa razón haberme exigido pasar aquellas horas en otra parte, pero ella no; partió al estadio conmigo. A Memo y Zaldee, que fueron unos hinchas más y salieron de Santiago en esta aventura extraña. A Diego, que me llamó "colega hincha" cuando me escribió, siendo que más nunca que tarde puedo ir a un partido. Y a mi madrina que, como se lo escribí, sin ella yo no hubiera estado ahí.


Desde la capital de Chile, un hincha de Deportes Melipilla,

Eduardo Peñailillo.


Esta es una "coproducción" con "Las aventuras y desventuras de Deportes Melipilla"

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

lunes, octubre 16, 2006

Discurso anual 2006.

(¿Creyeron que se iban a librar de mi discurso anual? Pues este año no les daré en el gusto. Me daré en el gusto.)

Para más antecedentes sobre mis discursos anuales, visitar: http://elpoleno.blogspot.com/2005/10/discurso-anual-2005.html

Santiago, 12 de octubre de 2006

(Sé que este esfuerzo es inútil; de todos modos terminaré escribiéndolo el 15 en la madrugada, sin dormir. Sé que este esfuerzo es en vano; de todos modos, ¿alguien escribe un discurso para el día de su cumpleaños?)

Bien, son 19. Este año no hay sueños que regalar, ni presupuesto para enviar cartas. Sin embargo, antes de ahondar en tragedias, leí a alguien a quien yo no debería leer, y recordé que las llamas del infierno ni siquiera me han rozado. Se hace necesario, por lo tanto, escribir alguna otra cosa.

Santiago, 15 de octubre de 2006
(6:00 AM)

(Predicción cumplida. Con una sonrisa luego de ver dos botellitas de vodka polaco –“para bisontes”- y muchas estampillas de ese país, prosigo.)

“En ausencia” de los sueños y las esperanzas, que he pretendido regalar en otros discursos, ¿qué queda? (ya que ahora no siento que pudiera regalar esos extraños bienes) Esa pregunta me ha estado rondando, y creo haber encontrado una respuesta.

En el contexto actual, sin Instituto, con mucho menos tiempo del que alguna vez tuve para irme a vagar por calles céntricas, y con otras tantas ausencias circunstanciales, los momentos aparecen más fuerte, y se valoran más. Y no es malo aprender a valorar el instante, a vivirlo, a disfrutar ese momento que, aunque pudiera perfectamente ocurrir en otro momento, es único e irrepetible (e imperfecto, pero eso da lo mismo). De este año podría decir que han faltado varias cosas, pero no momentos para atesorar. Se me vienen a la mente algunos. Una camiseta en vez de la bomba de agua que temí, un helado para endulzar los nervios en días demasiado agitados. Un inesperado viaje nocturno a una vecina provincia; y un aún más inesperado paseo en bicicleta, con el vértigo de recorrer las calles y una extraña sensación de paz. Bailes en callejuelas escondidas, y caminatas que las micros hacen en dos minutos (pero que aquel tren podría demorar medio día en hacer, ¿no?). Cotidianeidades como la caminata de cada viernes a la Alameda, siempre un buen momento; o abrir una caja de CDs y allí encontrar…

(O estar escribiendo este discurso y que una canción que dice que hay un lugar en el sol te interrumpa.)
(Y que te interrumpa luego otra que habla de peleas perdidas en tu ciudad… ¿Alguien llamó a las radios?)

Los momentos, de los que ha estado muy pleno este año, son cosa que agradecer.

Otra son las presencias… Y aquí tengo que hacer una mención explícita. Porque fuiste tú, Claudia Pavez de las palabras que se quedan, la que me habló de la presencia del corazón hace un año, y me hizo ver algo que no había visto. He llegado a creer que tenías razón; esa era la más importante. Y las otras presencias llegan por añadidura… Porque este año no recuerdo haber tenido que pelear con alguien para reclamar su presencia, y han llegado solos los momentos de reunir caminos. De extraños modos aparecen las presencias… Como en el blog de Deportes Melipilla. Todo un año creyendo escribir para casi nadie, y llega el aniversario y resulta que los lectores tienen nombre y rostro. No sólo están, son. Reconociendo que muchas veces uno espera, quiere, y necesita las presencias palpables y visibles, saberse presente en el corazón de otros y “tener” a quienes llevar consigo en el alma, es una bendición bastante considerable.

Y los sentimientos. Aquellos que por bastantes tiempo he evitado (más bien, evité) expresar de otro modo que con las palabras, para algunos, encantadoras. Hasta que aprendí que otros gestos no hacen daño. Podré haber perdido la memoria del momento o la situación exacta, pero no puedo olvidar, Seba, la primera vez que te di un abrazo y dejé de llamarte “Rueda”. ¿Te acuerdas? Bien, aunque en algunos momentos haya creído que expresar los sentimientos no valió la pena, que a veces ese “esfuerzo” fue en vano, debo admitir que aquellas ocasiones son las mínimas, y que me equivoco en pensar eso, porque aunque en el momento en que lo piense las gentes y las situaciones hayan cambiado, en ese momento quizás sí fue valioso. Creo que he ganado mucho más de lo que pudiera haber perdido (no sé qué perdí en realidad… creo que nada) en este proceso de expresar sentimientos y de dejar de temerle a eso. Gané bastante; mucha gente ayudó en el camino, y sigue ayudando. Lo mejor de todo es que quedan. Aunque a veces no sean los mismos, queda su memoria y su huella.

Por último, y no menos importante, (y además, algo que permanece siempre) el aprendizaje. Tampoco se me olvida esa frase de “las cosas que cada uno ha aprendido del otro”, que siempre viaja en mi billetera, escrita en aquel papel que no esperé.

Tenía una duda, y tengo cuatro respuestas. Y debo tener algo de pobre, porque considero que es algo por lo cual debo dar gracias.

Y si Teiilier dice que lo único verdadero es que “respiramos y dejamos de respirar”, aquí me tienen, respirando 19.

Hasta pronto. Los que me conocen, saben que uso poco el “adiós”.




Eduardo Esteban Peñailillo Barra



Presidente de la República Popular de Polenia (y otras naciones imaginarias).

Redactor, editor y director de
“Las aventuras y desventuras de Deportes Melipilla”.

Ideólogo y ocioso tras
“Boletos de micro”, ¡El fotolog de los boletos!

Administrador del sitio web
“República Turca del Norte de Chipre en Español”.

Estudiante de 1er año de Licenciatura en Historia, Universidad Alberto Hurtado.

Miembro del grupo de formación juvenil (3 años, más de 100 reuniones, ¿¿¡¡y aún no somos capaces de tener un nombre!!??) de la Parroquia San Rafael.

7mo I 2000-4to I 2006, Instituto Nacional.

“Muñeco Pepón”, “Peñailo”, “poleno”…

Y otros tantos titulos imaginarios y no tanto.



Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

lunes, octubre 02, 2006

Rueda el lapiz, rueda, rueda.

Dar una prueba oral no es un asunto fácil, pienso, mientras trato, al igual que mis compañeros que sentados en las bancas revisan sus apuntes, de retener cantidades ingentes de información que es absolutamente imposible que pudiéramos retener en diez minutos, aunque seguramente pagaríamos si alguien nos prometiera que es capaz de, por decirlo de un modo, hacernos "tragar" esas hojas de papel llenas de apuntes, y los artículos acumulados en esas rumas de fotocopias de la cual sólo hay cuatro ejemplares de cada una y hay que pelearlas antes de que otro se la lleve con anticipación. Pero no es posible, y allí estamos. Esperando que el verdugo nos corte la cabeza, por hacer una analogía.

Como el ser humano suele ser un ser (valga la redundancia) incapaz de quedarse callado, especialmente luego de sufrir una importante acumulación de sentimientos, la salida de las primeras víctimas resulta ser algo que desazona. La delegada, la que encabeza al curso para cualquier actividad o alguno de los siempre existentes llamados a paro o manifestación, sale en un estado cercano a la histeria, desenfunda su celular, y se desahoga en público y en privado, gritando con la voz quebrada que sabía las respuestas de las preguntas realizadas a los otros que cruzaron el umbral de lo que normalmente es una sala, pero ahora se ha convertido en una sala de tortura, junto a ella; que el único artículo que no leyó era el dedicado a una tal "mica", palabra que no me suena, pienso, mientras me he aburrido de mirar tantas veces los mismos apuntes y he decidido ponerme estoico para mis asuntos, para que las clases de Filosofía Medieval me sirvan de algo: Las preguntas que me harán, dos, serán de artículos que no he podido leer debido a la escasez de dossieres, por lo cual me plantarán un lindo uno como nota, y no habrá mucho que hacerle. Estoicismo, me repito, como para convencerme; como el pesimismo ha funcionado en otras tantas ocasiones.

Poco a poco van saliendo los otros dolientes de esta ocasión, con miradas cabizbajas, pocas palabras, y expresión resignada. Pregunto si se ha sabido de alguien que le haya doblado la mano al destino, o mejor dicho, a las preguntas del verdugo de turno, que en la primera clase nos dijo que no había que tenerle miedo, pero que en las pruebas orales a sus alumnos solía irles mal. Una, me responden. Una. Más que apostar a las probabilidades de emularla, sigo apostando al estoicismo resignado, porque sé que no aprenderé ni recordaré las características de la cerámica Molle en los breves o largos instantes que me queden. De pronto, con esa sonrisa levemente satisfecha y con un toque de sadismo como con la que salen los dentistas a buscar a sus pacientes, él, ese profesor que el resto de los días miramos para abajo por su porte y que ahora se ha convertido en un gigante infranqueable, Esfinge ante la cual no somos ningunos Teseo, sale a buscar nuevas víctimas. Algunos y algunas toman sus mochilas, dispuestos a entrar. En un par de rostros se ve algo de optimismo, o unas risas que son de nervios. En otros, el ceño fruncido. "Falta uno", dice, y yo, que he tratado de mantenerme con calma todo este momento que hace que a cualquiera se le hiele un poco la sangre, miro al resto, y nadie se levanta. Nadie se levanta. Resignación, me digo. Acabemos con esto, mientras cierro la mochila para entrar, último gladiador de los que saludarán al César en esta lid, y saco como única arma, cual tridente, un lápiz. Un lápiz, sí. Un pequeño truco que me han recomendado. Y no como para anotarme las respuestas en la mano. Si ante una prueba oral no hay torpedo que valga.

Le sigo por el breve pasillo, y me uno a la fila de trémulos y nerviosos que, sentados, aguardan "un golpe de suerte", como aquella canción de Lucho Jara decía. Ya sabrán, sabremos, si nos tocará bailar con la fea o nos luciremos en la pista. Mientras pregunta los nombres aprovecho de practicar con el lápiz, que tiene una sola utilidad para mi persona. Hacerlo rodar. Lo he traído sólo para hacerlo rodar con las manos, para con ese paso de un lado al mismo lado, en espiral y círculo infinito, yo desenredarme y distenderme, si eso es posible. Lo siento pasar entre mis dedos pulgar e índice, pasando como si fuera lo único que pasara en el momento, como si fuera un vientecillo que sale no sé de dónde, marcando un tiempo distinto al de los segundos, distinto al tic-tac del reloj. En medio de esa sensación pregunta mi nombre. Se lo digo, con esa vocecilla media aguda que jamás me haría ganar un concurso para locutor radiofónico. "Peñailillo", repite él, y, como toda esa gente, como la mayoría de la gente, como el papá de mi amigo, lanza una anécdota que cree divertida, señalando que tenía una compañera en la básica con ese apellido, a la que le decían "Peñagrillo". Se ríe levemente, yo invento algo de risa. Alguna vez también me dijeron así. La gente suele tener problemas con mi apellido, y otros así. Pasado. No dejo que el recuerdo me turbe. Hago rodar el lápiz un poco más.

Comienzan las preguntas. El primero en responder esboza una respuesta, a tropezones, pero logra algo coherente. Un cinco, premio a algunas gotas de sudor que le corren desde los cabellos. Siguiente pregunta, y es una de un artículo que leí y ya no recuerdo. Un gordito parece que también pasó raudo por aquel documento no muy útil; no la sabe. Luego una niña que suele saludarme, y que usa lo que ella llama "lentes de topo". Tampoco lo logra. Yo no sería la excepción, si me toca a mi, pienso, y hago rodar el lápiz velozmente; ansiedad, que alguien conteste, yo no lo sé. Le sigue alguien que no tiene buen antecedente. "No entregaste el trabajo", le señala el profesor. El tipo no intenta esbozar excusas. Ya, la misma pregunta. Y sabe. Algo sabe. Sí, algo sabe, la intensidad de mis giros disminuye y vuelve a ese ritmo de Rosario que ha adquirido mientras le escucho hablar del weichafe y dar detalles que, por supuesto, no recordaba en ningún lugar de mi memoria.

Termina, habiendo convencido relativamente al profesor, y yo miro al lápiz girar, girar y girar. Sigue otro, que da una respuesta no muy clara a su pregunta. Luego la niña que está a mi lado. Está nerviosa, se le nota en la voz, y no quiero mirarla. Allí está el lápiz, proporcionándome la distracción necesaria, desviando mi atención con su paso por las yemas de mis dedos, yemas de mis dedos, pienso, mientras ella va lanzando ideas, algunas correctas, otras que no tienen nada que ver con la Cultura Llo-Lleo, y el profesor le dice que esté calmadita, que no se ponga nerviosa, y ella traga saliva, vuelve a la carga, pero no pasa mucho sin que vuelva a confundirse. Yo muevo la cabeza, como diciendo para mis adentros que eso no, que no es Llo-Lleo, que es Molle, y miro la tapa del lápiz. Ella termina, y yo levanto la cabeza, sin dejar de girar ese artilugio que ha logrado desviar mi atención de los nervios y de aquella cabeza calva que me mira, y a la que yo miro con cierta tranquilidad y un dejo de sonrisa, y me pide que le hable sobre Aconcagua.

Aconcagua. Me tomo un momento de reposo, dos giros adelante y dos atrás al lápiz negro que me acompaña, para señalar un "es como" que me hace ganar una reprimenda por usar una muletilla. Otro giro al lápiz, para la seguridad, y lo cambio por un "es", porque es PIT en Chile Central, y me mira con cara de "bien", y luego recuerdo la fechación exacta, que le saca una sonrisa al inquisidor al oírla, y después recuerdo la presencia de canales de regadío, que no hay arte rupestre, como decía Niemeyer, y hasta saco de mi memoria las categorías de cerámica y para que servían, recordando los pucos, y que pardo-alisado había sido "mirada a huevo" por su tosquedad, pero que era fundamental por su rol en la cocción de alimentos. Me detengo. "Partiste como caballo inglés", me dice; me acuerdo del Potro, un potro que pocos conocen, y me dice que siga. Recuerdo dos o tres cosas más. "¿Algo más?", pregunta. Hago rodar el lápiz con chasquidos inaudibles, a ver si el ritmo me da otra respuesta más. Nada más. Espero, mira la hoja, y dice "un seis...". No escucho lo que sigue. Un seis, sea el número que le siga, es más de lo que hubiera esperado.

Segunda ronda de preguntas. El cinco se le troca en un dos al primero de los interrogados, porque apenas es capaz de responder una o dos palabras con respecto a lo que se le pregunta. Mi cuenta de oración con forma de lápiz va pasando lentamente entre mis dedos, y luego de escuchar ese número de cuatro letras ya puedo acompañarla mentalmente con algo de música, y ya no "Boxers", porque aunque me den un nocaut en la última pregunta, al menos gané un round. Se retira el primer contendor, y nuestro verdugo saca de bajo la manga un as que había cortado varias cabezas en la ronda anterior. Pregunta por una tal "maca". El gordito se ríe de nervios, y no sabe. Un uno. La niña de las gafas tampoco sabe, e intenta articular una excusa sobre una licencia que nadie logra comprender bien. No le sirve, claro. Ya queda menos gente en esa sala, y el que no entregó el trabajo vuelve a saber. Y cuando dice "Inca", sé que no es con "c", que el asunto se llama "makka", y que si nuestro interrogador hubiera dicho "aríbalo" probablemente alguno de los anteriores interrogados hubiera podido dar con la respuesta. Da bastantes detalles el muchacho, mientras yo me tomo la cara y abro la boca con expresión de "lo recuerdo todo", como si me hubieran reimplantado la memoria, y luego vuelvo al lápiz, pensando en que esa pregunta no será para mi, mientras él se salta algunos detalles que hacen que saque un cuatro y tanto, y la falta del trabajo no le da una buena nota, pero se gana el calificativo de "inteligente" del profesor. Tiene un buen atenuante, sin embargo. No ha de ser fácil hacer una tesis de Sociología tratando al mismo tiempo de estudiar para un ramo como este, de artículos arqueológicos, tembetás y cerámicas de incisiones reticuladas.

Quedamos tres. Uno se va con una respuesta más bien mala, y una nota correspondiente a aquello. Luego, la niña otra vez, y para que la corriente de los nervios, los nervios que no se me han desatado y han sido incapaces de hacerme temblar las piernas, como tantas veces, en interpretaciones de flauta y terminales infinitos, los voy echando con el molino que es mi lápiz y sus giros; fuerza suficiente como para expulsarlos en un canal de tranquilidad que los estoicos esos en que pensaba hace un rato envidiarían, y que no tiene la niña que está a mi lado, que esta vez responde más conclusiones que claridades, y está a punto de quebrarse, y el profesor le dice que se calme, y que esta vez su respuesta no da para una buena nota. Se retira, conteniéndose como puede. Irá al baño, supongo.

"Estamos solos", pienso, y eso me da risa para mis adentros. Afuera Pablo mira, ansioso porque le tocará a él, pero se permite hacerme un gesto de ánimo, que agradezco a la vez que trato de evitar, porque me desconcentra del ritmo del lápiz, que ha rodado y rodado durante estos minutos indeterminados de interrogación; tabla de salvación de este náufrago. Última pregunta, y luego de algunos comentarios, el inquisidor se da a la tarea de pensar qué preguntarle a este muchacho. Háblame del sistema de filiación mapuche. Y de mi boca pareciera salir un cuento, cuando me oigo decir "Todo comenzó cuando José Toribio Medina..." y luego recuerdo la controversia Latcham-Guevara, y la corriente, esa corriente fuerte y a la vez con tan pocas turbulencias que ha hecho fluir ese molino activado por mis manos en aguas invisibles, saca a flote el conteo de los indios de la Isla Mocha, y Silva, y la doble filiación, el cuga y el laku. ¿Algo más?, escucho decir otra vez. No, no hay más.

"Faltaron algunos detalles del artículo de Silva, pero está bien". Un 6,4 me dice, y, paradojas del destino, el trabajo me lo baja a un 6,1. "Así es la vida", pienso, aún sin convencerme tanto de que esa misma existencia me haya traído una nota así en una prueba como esa, como que aquellos giros hayan contenido mi pseudo-parkinson que suele desatarse en ocasiones mucho más baladí que esta. Le hago un par de consultas, me dice que haga pasar a quienes falten, y salgo. Me preguntan uno o dos como me fue. Me fue bien, ¿qué otra cosa podría decir?, y a sus caras que siguen con expresión interrogante les detallo que fue un seis uno. Entran todos, porque no quedan más, salvo el del pulgar levantado, que deban enfrentarlo con el discurso; ahora han de explayarse sobre el papel. Les dejo enfrentarse a sus propios leones, y yo bajo la escalera como corre por las escaleras la niña que va a recibir a su enamorado, con una sonrisa indisimulable, y aún siento el girar, el buen girar, el salvador girar de aquel lápiz entre mis dedos, que fue más que un simple lápiz, pienso, mientras me digo mi mismo que le he doblado la mano, y eso me hace reír en silencio, y me da ganas de contárselo a alguien.

(Cualquier similitud con la realidad... No es coincidencia.)

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

martes, septiembre 26, 2006

Banda de guerra.

La micro amarilla del papá de Gonzalo los llevaba desde Puente Alto al centro para la que siempre era la presentación más importante del año. Porque no era lo mismo presentarse en el Liceo, para la risa de tantos, y la admiración de muy pocos, que salir a desfilar por las calles del centro de Santiago, con tanta gente de tantas partes que te miraba pasar con el ritmo marcial y la mirada severa de Peña para que no se cometiera error alguno, porque "aquí sí que no se pueden cometer errores, jóvenes; no los saco a pasear, sino a desfilar". La procesión de la Virgen del Carmen era un evento para la banda de guerra del Liceo Industrial San José de Puente Alto, y él, Roberto, este año marchaba adelante. Guaripola.

Con su madre mirándole el uniforme, "más impecable que nunca", Roberto miraba pasar las calles mientras pensaba en que no podía olvidar los movimientos. Arriba, a la derecha, adelanta, vuelta. Un dejo de nerviosismo se le pasaba por la mente, pero entonces la Kathy comenzó a pegarle al bombo, asustándolos a todos y haciéndolos reír. Luego volvió los ojos a la calle. Hasta el Catorce era un territorio conocido, pero más allá podía contar las veces que había ido. Apenas podía recordar cuando había vivido en otra parte, era muy chico, y le parecía que había llegado a la vida desde siempre en su casa de la Villa Los Peumos, igual a las que estaban cerca; tierra de casas iguales.

Tuvieron que dejar lejos la micro y caminar hasta la Plaza de Armas ("¿trajiste el pasaporte?", preguntó alguien, y se río con sus dientes levemente amarillos). Eran las dos recién, y la procesión empezaba a las cuatro. El sol caía fuerte, pero Peña sabía sobreponer su vozarrón a cualquier sol y cualquier distracción para decirles que esperaba que se lucieran, que para eso habían ensayado semanas, y se preparaban todo el año. Pasó revisando los uniformes mientras él miraba esos edificios viejos, que se veían tan extraños, tan ajenos; como si estuviera en otra parte. "¡A ver! ¡Deje de pajaronear, Pérez, y hágame el movimiento de inicio!" le gritó en la oreja el director de la banda, y a tiempo comenzó a mover las manos para recibir un casi inaudible "Ya, bien" por felicitación.

Mientras esperaban bajo el sol salió ella, aquella a la que su madre llamaba "Virgencita", y en cuyo nombre le bendecía todas las mañanas cuando se iba. Ese era su significado para él, pero de todos modos la vio pasar asombrado, en sus andas monumentales, con su belleza de estátua, engalanada porque la fiesta era de ella, aunque se dignara regalarle un poco de protagonismo a esos muchachos venidos del otro lado de la ciudad que marcharían al paso del un, dos, un, dos. Ella iría atrás, recordándoles el rítmo, diciéndole a la gente que los viera. Ellos, anunciando el paso de la señora, aplanándole el pavimento, llamando a la gente a que la saliera a mirar, y de paso a ellos, desconocidos que por una tarde marchaban marciales y recibían aplausos de gente que no verían más.

Empuñó firme el bastón de metal. Estaba listo. Rompió la marcialidad que le pedían sólo para mirar atrás y asegurarse de que ahí estaba su madre, que le sonrió para darle ánimo. Por los parlantes se oía el llamado a la procesión, que ya iba a comenzar. Peña lo miró fijo, y él puso la cara seria para darle a conocer que estaba listo, y lo haría bien. Las primeras personas comenzaron a marchar, y los curiosos que cruzaban la plaza los miraban con ojos extrañados. Paseó la mirada por el campo visual de la plaza y volvió justo a tiempo para oir el "¡ya!" de Peña, y entonces, con el primer movimiento del bastón, comenzaron a sonar las cajas, el bombo, las cornetas y el triángulo. Izquierda, derecha, izquierda.

Doblando la calle dejaron atrás la plaza de extraños edificios viejos y quedaron librados al pavimento y al sol, al desfile y los sones de la marcha. Peña, de tanto en tanto, les miraba para ver que no se desconcentraran. Y ya en las primeras cuadras comenzó a aparecer la gente, quienes se reunían en los costados para mirar. Roberto no pudo evitar desviar la mirada -"¡firme y al frente!", como tantas veces le había gritado Peña al ensayar- para verlos. Algunos rostros sonreían al verlos pasar, especialmente los de la gente más anciana, de quienes además siempre iba llena esa procesión.

Y él también les veía mientras marchaba. Esos rostros de familias numerosas y rubiecitas, como en la tele. A lo lejos, las micros y los autos desviándose para abrirles paso a ellos. Bueno, no a ellos; al Virgen y a todos los que la seguían. Pero también a ellos, sí. A su paso marcial con el cual nunca caminaban por la calle. A su mirada al frente, como pocas veces miraban sus cabezas agachadas. A una postura que ese día, y quizás sólo ese día, tenía un motivo para erguirse, para decirle a esa gente y a esos edificios "aquí estoy". Aquí estoy, aquí marcho, un, dos, un dos, y ella me mira y nos mira, y sonríe.


Su marcha culminaba en aquel paseo peatonal. No importaba el calor, los pies adoloridos. Quedaban los aplausos, las miradas relucientes sobre ellos, alguna vez sobre ellos. Cuando se orillaron y pudieron al fin dejar los instrumentos, se sintieron saisfechos y reían. La Kathy se acordó de aquel momento tenso en que casi le le cayó el bastón, y se río: no había pasado nada, sólo un sudor frío que lo traspasó un instante. "Bien, bien", le dijo Peña. Su madre no lo soltaba; vio su sonrisa y no pudo dejar de contagiarse una vez más con esa expresión que no era típica, pero era tan reconfortante cuando se la tenía. La vieron pasar a ella, a la reina de la fiesta; y de tan alegres, sintieron como la señora les hacía un guiño con sus ojos inertes.

Se lo llevó de la mano, como hacen las madres cuando están orgullosas, y caminaron por el paseo peatonal. Le compró un paquete de papas fritas y se lo fueron comiendo ríendo. Ríendo como reían con los muchachos las veces que se habían sentado dos horas en una micro para llegar a esos lugares extraños y pasear en patota, ríendo, sin que esas risas pudieran ocultar el dejo de amargura de sus bocas y de sus ojos.


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

jueves, septiembre 21, 2006

Mi cartero y yo.

Mi cartero tiene apellido Navarro, y he olvidado el nombre. Normalmente uno no sabe cómo diantres se llama su cartero, y de hecho, muy probablemente, apenas lo ve. Sin embargo, de tanto traerme cartas durante años pasados, al menos logro recordar su apellido.

Recuerdo que antes incluso de lo de las radios onda corta, el cartero se vio ocupado gracias a mi debido a mi ¿enfermiza? demanda de folletos turísticos del extranjero. Sí, lo que lee. Luego de nuestros "saqueos" a las embajadas junto a Sebastián Rueda durante 2004, quedé con gusto a poco, y descubrí que una de las maravillas de la internet era que podías pedir folletos turísticos gratis hasta a la Cochinchina, si sabías como conseguirlo. Sólo eso puede explicar que el hombre de Correos Chile que se apersona por mi barrio me haya traído extraños paquetes desde Nepal, Lietchtenstein, Andorra, Mónaco (jiji), y otros tantos lugares.

Me imagino que aquello debe haberle llamado mucho la atención al hombre de las cartas; o sea, no es normal que a Conchalí (Correo 8, en lenguaje postal; seguimos con esa denominación a pesar de que la oficina de Correos de la comuna haya sido cerrada, y sólo sobreviva la de El Cortijo; muy atrás mano para mi.) lleguen envíos de Andorra, por ejemplo. Debo decir que mis revistas y folletos turísticos siempre llegaron; no fue de aquellos que se robaban las revistas (¿recuerda ese caso, estimada y estimado lector?). Y fue para tanto, así como también me imagino que influyó el convertirme en el "cliente del año" (pues, cuando uno recibe una carta, hay que pagarle al cartero), que ese año nos dejó una tarjeta de Navidad, la que mi madre ha de haber guardado en algún lugar.

Con la llegada de las cartas de las radios, que tímidamente aparecieron en 2004, pero hicieron su aparición con fuerza en 2005, en detrimento de los folletos turísticos, que dejé de pedir (ya no me quedaban casi destinos a los que solicitarlos; y nunca tuve mucha predilección por los destinos caribeños o de Estados Unidos), su rol se volvió más importante para mi, ya que lo de los folletos turísticos era más bien una cosa de manía, sin embargo, en la afición de la radioescucha/diexismo (lea el post anterior para saber más) es clave el recibir las cartas, portadoras de confirmaciones de las emisoras, y bueno, también de otros regalitos. Sin embargo, estos nuevos envíos, y el llevar un control acerca de las cartas que envío/recibo, me hicieron percatarme de que mi señor cartero, si bien nunca me ha fallado con las cartas (creo), es harto flojo para traérmelas.

Junto con ello, probablemente el lector que me conoce se extrañará de que no haya hecho mención a cartas de amistades, considerando a algunas personas, y de tanto en tanto, suelo enviarles cartas por Correo. Pues bien, no suelo recibir muchas cartas de amistades, pero debo señalar que esas también influyeron en darme cuenta de que el cartero no estaba siendo muy diligente con mis cartas. Existe un servicio llamado "Prioritario", donde se supone que deberían llegar las cartas en 3 días hábiles. Por supuesto, a mi no me pasa. Y ha causado el aburrimiento de ciertas señoritas, que prefieren enviarme sus cartas por otros medios, más onerosos.

Por supuesto, hablé con mi cartero sobre el tema, y junto con echarle la culpa a otros estamentos de la empresa (que no dudo que pueden tener responsabilidad en ciertos casos, considerando los desaguisados que han cometido con algunas de mis cartas), señaló tangencialmente un motivo fundamental para la demora de mis cartas: El sujeto se dedica a repartir los cheques de las jubilaciones, que son más "prioritarios" que mis cartas, y que, por supuesto, le redundan en un mayor beneficio monetario.

Así que, a pesar de mis quejas, ya lo asumí. El cartero viene sólo dos veces al mes (y por lo general, en determinados días: lunes, miércoles o viernes): A mediados de mes (si es que me han llegado cartas), o a comienzos/finales. Y a veces se atrasa. Como ahora, que sé que tengo cartas esperando, y estamos a 21 y no llega. ¿Se habrá ido a La Pampilla?


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

jueves, agosto 31, 2006

La bandita de los radioescuchas.

(¿Somos los escuchas chilenos de la onda corta como la "bandita" de Magallanes?)

Santiago, 31 de agosto de 2006.

El lector que sepa de fútbol sabrá a lo que me refiero cuando hablo de "la bandita", y para el que no sabe, le explico. La referida bandita es un grupo de entusiastas que alientan al equipo de fútbol Magallanes tocando música durante todo el partido, y entregando alegría y ánimo a lances que frecuentemente (en los últimos años) sólo les devuelven tristezas, especialmente este año, que hace una semana sentenció su caída a la Tercera División del fútbol, la amateur. (Aunque no está de más aclarar que en Chile, país a medias, el amateurismo -en fútbol- es "semi-amateurismo", y al fútbol profesional le da para "semi-profesional" no más)

Guardando las proporciones de tan "sui-generis" comparación, los radioescuchas de la onda corta en Chile, quienes practicamos el "diexismo", semejamos a esta bandita de románticos. Cultivando una afición que vive más de historia y recuerdos que de presente, presente que miramos con preocupación y con nostalgia. En una cantidad que con suerte alcanza a la de las paupérrimas convocatorias del equipo albiceleste durante esta temporada(1). Sin casa; como el "manojito de claveles", porque Chile hace lustros que no cuenta con un servicio radiodifusor nacional, mucho menos en la onda corta, y los transmisores de Calera de Tango fueron vendidos a la amable, pero extranjera emisora "Voz Cristiana" (actualmente "CVC La Voz"). Sólo Radio Esperanza de Temuco mantiene una autóctona voz chilena en el éter de las ondas cortas, pero ya ni siquiera verificando los informes de recepción(2).

Triste situación si comparamos, sin ir más lejos, con nuestros vecinos de allende los Andes, a los que los hinchas del fútbol también miramos hacia arriba. (y qué paradoja que el cuadro de Magallanes sea denominado también "albiceleste") De partida los trasandinos cuentan con la fortuna de mantener viva y coleando a la RAE, Radiodifusión Argentina al Exterior, transmitiendo al mundo desde Japón a Europa. A su poderoso Grupo de Radioescuchas Argentino y sus programas "Actualidad DX" y "La Rosa de Tokio" desde este lado de la cordillera sólo podemos oponer el empeñoso Boletín de Radioescuchas de la FEDERACHI (sin olvidar el aporte valiosísimo del compatriota Francisco Rodríguez en "Frecuencia RM", pero quien emite desde Rusia, y con el respaldo de ese gigante que es "La Voz de Rusia").

Estamos, además, bastante solos ante el presente. Así como sólo los abuelos podrían recordar a Magallanes campeón de Chile, y los treintones esforzándose lograrían hacer memoria de su paso por la Copa Libertadores en 1985; así al oír hablar de "onda corta" puede que consigamos que algunos recuerden a "Escucha Chile" (donde trabajó nuestro Premio Nacional de Literatura 2006, José Miguel Varas, que fuera recordado con un sendo artículo congratulatorio de sus ex colegas de La Voz de Rusia por la ocasión), y, con suerte, algún canoso o canosa que no haya perdido mucho de memoria puede que tenga recuerdos más añosos, como "La Estación de la Alegría"(3) o el clásico llamado "Esta es la BBC de Londres". El resto, así como aquellos que creen que en Chile existen sólo dos o tres cuadros de fútbol, nos mirará con asombro.

La situación de las emisoras a nivel mundial no nos ayuda. El español ha sido dejado por muchas, como Radio Sweden o la Deutsche Welle, de las que ni memoria queda casi de que, no hace tanto, llenaban el aire por algunos minutos en nuestro idioma, cruzando el Atlántico. Para otras, como Radio Francia Internacional, dejó de ser importante transmitir a este lado del mundo. Otras, como la BBC de Londres, han perdido interés por el contacto con los escuchas de la onda corta y han apostado a otros medios; prefiriendo otras formas de difusión y manteniendo una presencia mínima en la onda corta en nuestro idioma, al igual que la Voz de América. Los motivos económicos también apremian a estas compañeras del aire, y no hace mucho vimos con pena la salida del aire de la siempre cordial (y efímera) Radio Eslovaquia Internacional.

No faltan las que han visto en la internet el medio de ahorrar en sus siempre magros recursos, y se han trasladado a ella(4) aún cuando se sepa que su audiencia suele disminuir(5). Las emisoras religiosas, y aislados ejemplos como el de La Voz de Turquía (que sólo emite en español para Europa, todavía) y el renacido Canal Internacional de Radio Nacional de Venezuela, dan algo de esperanza, junto con el puñado de emisoras OC latinoamericanas, tanto las grandes gubernamentales (el ejemplo más obvio es Radio Habana Cuba), como aquellas pequeñas que se mantienen en estas ondas debido a que son la mejor manera de difundirse en sus medios.

El futuro nos da algunas esperanzas, como la Digital Radio Mondiale, que prometen dar nuevos bríos a las transmisiones radiales a largas distancias. Esperamos que la promesa no termine decepcionándonos como a los carabelesros la Sociedad Anónima, y que sea el apoyo que necesitamos.

Sin embargo, ante este panorama, los radioescuchas criollos hacemos lo que mejor podemos hacer. Inventamos tiempo para dárselo a estas voces lejanas y oírlas. Enviamos correos electrónicos y cartas por todo el mundo con el único fin de decir "les hemos escuchado; su labor tiene sentido". Estamos atentos a cada servicio que amenaza con cerrar, y nos alegramos por cada redacción que logra arrancar algunos dólares más al presupuesto para seguir en el aire...

Y si sólo esto podemos hacer, entonces una última cosa podemos decir. En nuestra labor de escucha, seremos como "la bandita": tocaremos hasta que el partido se acabe. Seguiremos a las ondas y a las radios como ellos seguirían a su equipo aunque juegue en un potrero. Y aunque ya no hubiera una radio más en la onda corta -así como ellos se pondrían sus camisetas y saldrían a pichanguear como los más aficionados- quizás alguno de nosotros se lanzaría a transmitir como lo hacían los europeos cuando el estado tenía el monopolio de las emisiones.

Los radioescuchas no están muertos, y confío en no escuchar el día en que el aire se quede sin kilohertcios.


(1): En promedio, unos cuatrocientos espectadores a sus partidos de local.
(2): Aunque no está de más señalar que el "colega" Héctor Pino está esforzándose en revertir esta situación.
(3): Veterano programa de la estación holandesa Radio Nederland Wereldomroep.
(4): Radio Moldova Internacional, y próximamente, Radio Pública de Armenia
(5): Véase el siguiente artículo de la desaparecida Radio Tashkent Internacional, titulado "We loose our listeners": http://ino.uzpak.uz/eng/letters_eng/letters_eng.htm


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

martes, julio 25, 2006

Es distinto de noche...

Eso pensaba yo, mientras por la empañada ventana del auto en cuyo asiento traser me iba resbalando a cada tanto, miraba las siluetas de los cerros y de los árboles, que a pesar de lo nocturnas me sonaban familiares; y es que no es la primera vez ni la última que pasaré por la Autopista del Sol, aquella que me lleva a más de un lugar querido y recordado. Pero hace mucho tiempo, específicamente desde el partido de Deportes Melipilla con Universidad de Concepción, que no hacía el recorrido a horas tan nocturnas; con las sombras de los álamos y los montes divisándose a la luz de la escasa luna que las nubes dejaban pasar.

Todo porque era necesario, y de puro necesario y de impulso y corazón, cosas que suelo no tener, pero a veces tengo, me embarqué en imprevisto viaje hacia la provincia vecina a bordo de un viejo Caricar de las Tasacoop, de pie por darle el asiento a una señora que iba a Malloco, tarareando viejas canciones románticas de Radio Imagina mientras observaba que fuera bien, y aunque el silencio de los pueblos con casas de adobe y la oscuridad de sus calles y caminos que cuando voy de día suelen sonreírme y yo suelo devolverles el gesto, podían infundirme temor, no había que demostrarlo ni sentirlo. Hay cosas más importantes que el regreso, aún cuando sea de noche, uno no acostumbre ni viajar ni salir de noche, los buses oruga bien iluminados con sus focos blancos le hayan hecho perder la costumbre de otros medios de transporte, y otros fantasmas que suelo derrotar con canciones como "All my loving" y pensamientos amables. Afortunadamente, no tuve que volver en un bus con letrero "Autopista", sino en el auto de los amables padres de la señorita Lucy, mientras pensaba en cuan distinto es de noche, cuan distinto el camino, y esos lugares donde el sabor de mi boca y mis pensamientos no son iguales a los de cuarenta kilómetros hacia el oriente.

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

lunes, julio 24, 2006

Duerme (in)tranquilo...

Esto de quedarse hasta altas horas de la noche, perdiendo el tiempo y recurriendo al control remoto tratando de encontrar algo en la televisión a horas en que sólo hay programas repetidos de deportes y películas que a nadie le importan, no es cosa poco común. Especialmente en mi caso.

Y a veces uno se encuentra con cosas extrañas. Una vez, por ejemplo, terminé viendo "Amo de las Marionetas II: La Venganza de Coulón". Inolvidable película. Claro que esta vez me tocó algo que, visto desde determinado punto de vista, podría ser peor.

En Canal 13 Cable hay un micro espacio llamado "En Vivo y en Recuerdo", donde recuerdan pequeños reportajes "del año de la pera". Suelo toparme con reportajes de nuestros años de dictadura, y esta vez no fue la excepción. Aburrido de National Geographic Channel, pasaba por el ya referido canal cuando me topé en pantalla con un conocido (y criticado) reportero de televisión que ahora trabaja en otra canal, con los pelos con más color, y haciendo un reportaje nocturno. Su objetivo: Cubrir un patrullaje nocturno de las Fuerzas Especiales de Carabineros.

Si se las viera con los ojos de la actualidad estas "fuerzas especiales" darían risa, con sus uniformes holgados, sus cinturones similares al de mi abrigo, unos fusiles del año de la Cocoa Raff, y un casco; quizás el único elemento más "moderno". (Y hasta por ahí; capaz que hayan sido los saldos de la Primera Guerra Mundial) Un jefe de pelotón con lentes "poto de botella" y cara de pocos amigos se daba a la tarea de explicar en detalle el armamento del pelotón y lo que realizarían durante la noche. Por algún motivo inexplicable salieron en trote al bus, llevando además de los hombres con fusiles viejos unos cuantos explosivos, una ametralladora, y un equipo electrógeno que tenía más pinta a aquellas viejas radios a tubo que a otra cosa.

Por supuesto, estos "abnegados combatientes contra el terrorismo que velaban por el sueño capitalino" (yo inventé la frase) no se toparon con más riesgos que una pareja fiestera que no quería dormir y que se deshizo en disculpas y casi en llanto al ver veinte carabineros con armas en la puerta, y un auto que venía de la maternidad, donde habían dejado a una parturienta. De todos modos, entre lo oscuro y viejo de la imagen, las caras de pocos amigos, y lo que uno se imagina que sucedía en operativos no tan amables ni televisados como el mostrado, le daban la nota sórdida al asunto.

Así que mejor, a dormir.


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

sábado, julio 08, 2006

Cerca de casa hay un taller de botes.

Estimados lectores de mi siempre abandonado blog:

Teniente Yávar, la calle donde vivo, es famosa entre todos los taxistas de la zona por los selenitas cráteres que presenta, especialmente ese hoyo irreparable de la esquina con Independencia. Sin embargo, en el espacio que transcurre entre la ya mencionada Avenida Independencia y Pedro Fontova es un pequeño universo, una colección de lugares extraños y particulares.

Sacaba la cuenta hace un par de días, y la panadería de la esquina con Independencia atiende exactamente 9 horas al día. De 8:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00, de lunes a sábado. El domingo sólo abre en la mañana. El pan, especialmente cuando sale caliente, es exquisito; pero es lo que mi abuela llamaría "mosocotudo" o "pan de carretonero", debido a las grandes dimensiones. De todos modos, es uno de esos pequeños placeres venir comiéndose un trozo de marraqueta ("pan batido", si estuviera en la ciudad del Muelle Barón) durante la cuadra que me separa de ese lugar.

Al frente hay un campamento que lleva años allí, creo que más de los que yo y mi madre llevamos aquí (y eso que son bastantes), y en el cual me caen porque generalmente tienen buen gusto musical, o al menos, mucho mejor que la mayoría de mis vecinos de los "departamentos". Un día, incluso, tenían a "todo chancho" "First of the Gang to Die", del señor Morrissey. Un poco más allá, por la orilla norte, hay una casa celeste. Siempre he creído que allí viven monjas, pero nunca he podido confirmar el rumor.

Unos pasos más hacia el oriente hay una gran puerta de fierro celeste, que es donde están las Grúas Bravo, una de las cuales lleva estrmbóticos adornos, entre los que se incluye, si la memoria no me falla, un Elvis autoadhesivo. Frente a eso está el sector con las mejores veredas de la zona, todo obra y gracia de una nueva fábrica de pavimentos decorativos. Creo que al menos hay unas tres fábricas por acá.

Infaltable en este recuento se hace el mencionar al bar "El Galeón", lugar de parranda permanente los veranos, de reunión para los partidos (dominan los hinchas de Colo Colo), y donde a veces tienen buenos gustos musicales (puro "onion" a ratos, estimado Guillermo), y a veces se chacrean; dependiendo del ánimo. Tengo mis sospechas además de que no sólo alcohol se ofrece allí. Un almacén que cierra la "cuadra" mencionada creo que ha cerrado; la última vez que fui ni siquiera tenían Coca Cola de 2 litros, lo que ya es un síntoma dramático en cualquier emporio. También cerca de allí está la que era nuestra "picada" para la parafina, donde sacaban el líquido desde unos tambores con unas especies de llaves que había que rodar para que saliera. Ah, ¡y el guarderío de micros! Mi madre dice que alguna vez ocasionarán un accidente. De momento, sólo hacen rabiar a uno que otro conductor con la mala pata de pasar por allí cuando intentan entrar las micros, y en una pared tienen unas palabras escritas por alguien, como última voluntad a un fallecido.

Sin embargo, quizás el lugar que más me llama la atención es el de las paredes verdes. Es que es bastante extraño ver botes por acá. Sí, botes. Botes de esos de mar, esos que se ven en las películas yanquis y que usan los ricos y te muestran en los comerciales de paradisiacas playas.

Los responsables de aquello son una empresa llamada "Tecnomar", que por algún avatar del destino decidió poner su taller de reparación de botes a unas cuadras de mi pequeño hogar. Y para que lo confirme, se mete usted a http://www.tecnomar.cl y lo confirma.

Fin de la crónica de ocasión.

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

miércoles, mayo 31, 2006

¿Cómo hemos cambiado?

Cómo cambian las cosas, ¿no? Aunque hay cosas que parecen no cambiar todavía (lea el artículo anterior), otras sí. Para muestra, un botón.

(Aunque, terminado el artículo, me asalta la duda de si han cambiado, o en realidad las cosas no han cambiado nada, sólo cambió el lado en que se pusieron. Abierta queda la pregunta.)

Hoy:

"La Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios dio plazo hasta este viernes para que el Gobierno acoja las demandas del sector, ya que de lo contrario convocarán a un nuevo paro nacional para el próximo lunes."

SANTIAGO.- El vocero del Ejecutivo, Ricardo Lagos Weber, rechazó el ultimátum dado por los estudiantes al Gobierno para responder a sus demandas.Tras asistir a la reunión del comité político en La Moneda encabezado por la Presidenta Michelle Bachelet, Lagos Weber, dijo que "La Moneda no opera bajo la condición de un ultimátum" de fecha límite a las conversaciones."El Gobierno lo que hace es escuchar, conversar y luego tomar decisiones y a ésto nos vamos a atener", dijo Lagos.
(El Mercurio en Internet, 31 de mayo de 2006)


Ayer: (cuando ni soñaban ser gobierno)

"Dos días después, la Alianza Democrática se reunió para considerar las afirmaciones de Pinochet. En reemplazo de (Gabriel) Valdés, que había viajado a Caracas, emitió la declaración el nuevo presidente, Hugo Zepeda: exigía del gobierno una respuesta "inmediata y clara" a la minuta entregada. Sin ello, debería dar por deshauciado el diálogo.

No hubo respuesta."

(A. Cavallo, M. Salazar y O. Sepúlveda; La Historia Oculta del Régimen Militar, p. 580)
"Cómo hemos cambiado", decía Presuntos Implicados.
Saludos,
S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.