miércoles, diciembre 29, 2004

Un grito en otras voces.

Uno de mis poemas más recientes. Eduardo vuelve a tomar la pluma para escribir, después de un "receso". Leed por favor. Ah, se titula "Un grito en otras voces".

En un mundo descomunal,
irreversible es la fragilidad.
Y después que todo comienza,
todo es una bomba a punto de estallar.

La normalidad oculta
el tic-tac indetenible,
pero cuando no se siguen
los caminos comunes,
el ruido de la bomba
se confunde con el de los latidos.

Y todo es una condena,
una condena que es un deber.
Y a veces no queda más
que guardar silencio,
y esperar a abrir los ojos.

Soñando con reposar
en campos amarillos
como un trigal,
como una pradera o tus cabellos.
Parar para luego ir
a una disco del dos mil
y gritar y bailar
y encontrarte otra vez.

Porque allí está tu boca,
pero tendrías que cerrar los ojos
para poder besarla.
Y vago en soledad
pidiendo perdón
por ser la sombra que soy.

A ver si llega quien
busque amores imposibles
y me cocine besos con arroz.
Hay una luz que nunca se apaga,
que busco en la noche,
yendo a ninguna parte.

Y que busco cuando siento
que todo es un pecado
y miro el cielo
pidiendo clemencia.


S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

martes, diciembre 14, 2004

El mito de la honestidad.

El ser humano no es ajeno a la necesidad de la confianza. Vivimos en un mundo que quizás cada vez es más hipócrita y lleno de desconfianza; y los seres humanos podemos renunciar a la fe religiosa, al fútbol, a nuestras propias familias, amigos, mujeres, hombres, etc. Y sin embargo, ¿existe alguien que no ponga su confianza en algo o en alguien?

Eso también es parte de una decisión, individual. Es uno mismo quien decide acerca de su confianza o falta de esta. Especial es el caso de cuando se pone en alguien; y no en alguien por el cual votemos o veamos una vez cada cuatro años, sino en alguien con el cual queremos estar, alguien con el cual convivimos diariamente, y por quien no podemos evitar sentir sentimientos tan humanos como la amistad o el amor.

Esta confianza por lo general la vamos entregando y acrecentando a base de los hechos que ocurren en nuestra interrelación con las otras personas. Pero también a base de nuestras interpretaciones de esos hechos y de lo que vemos (¿o de lo que creemos ver? ¿o de lo que queremos ver?) en esas personas. Eso, como toda actividad humana, deja un margen al error. Las interpretaciones no son objetivas ni siempre correctas; la equivocación es parte de las probabilidades.

Hora de ser directo. ¿Hacia dónde voy con esto? Cuando uno entra en una relación con alguien (que no es necesariamente un pololeo o algo así), es normal que se forme cierta imagen de esa persona. Esa imagen en gran parte se basa en conceptos básicos, formados a base de... Interpretaciones.

Interpretaciones que nacen de hechos para nada extraordinarios. Cualquier cosa, una frase, una conversación; nada demasiado importante.

Como por ejemplo, establecer a partir de una conversación que una persona es franca.

Pero las interpretaciones, como las actividades humanas, como los seres humanos; por lo general son frágiles, y se pueden derrumbar.

Es que cuando las cosas no son lo suficientemente claras, las interpretaciones son más numerosas, y más débiles aún.

Un “no puedo corresponderte” es algo que no es claro. De aquello se pueden obtener numerosas interpretaciones. Puede querer decir que una persona es franca y clara. Puede querer decir que esa persona está pololeando hace un mes.

Y cuando se confunde la honestidad con la tacitud, pues claro, cada uno interpreta lo que quiere y se va contento a casa. Pero el exceso de tacitud no es bueno. Conduce a demasiadas interpretaciones, las que tienen un importante porcentaje de riesgo en su exactitud.

Y que lo diga yo...

En fin; un pésimo artículo, pero no siempre hay que escribir cosas buenas. A veces sólo se escribe porque se quiere escribir.

Y más que tratarse esto de “el mito de la honestidad”, el verdadero título podría ser “Mi mito de tu honestidad”. Últimamente los mitos se derrumban con facilidad. Más cuando hay un exceso de tactitud en toda la historia.

Sólo eso.

Adiós.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
“Como la flor que se niega a marchitar.”

P.S.: Tacitud: De tácito; algo que se sobreentiende sin que sea explícito.

sábado, diciembre 04, 2004

La Teletón

7.600.000.000 de pesos. Eso es lo que lleva la Teletón al momento en que empiezo a escribir este artículo, que anoche no logré escribir por irme quedando conversando con uno y con otro. 27 horas que una vez al año, o cada dos, querámoslo o no, confiemos en ella o creamos que sea una burda estafa, revolucionan nuestra patria desde Visviri a Villa Las Estrellas.

Creo que es difícil ser indiferente a la Teletón, luego de 26 años de presencia de ésta. Ahora bien, como casi para cada cosa (¿o no les suena el término "opinología", tan de moda en Chile), cada uno de nosotros tiene su opinión con respecto al evento. Los mitos urbanos tampoco faltan. Que Don Francisco se lleva la mitad de la plata; que los artistas se llevan no sé cuanto, bla, bla, bla...

Ayer pensaba sobre esto, y recordé una situación aparecida en "La Ciudad de la Alegría", libro de Dominique Lapierre que cuenta la historia de un cura francés que se va a vivir a un barrio de chabolas en Calcuta. Dentro de las situaciones relatadas está la fiesta hindú en honor a la diosa Durga, la fiesta más multitudinaria del calendario hindú. La mafia que controlaba la Ciudad de la Alegría salía a recaudar entre todos los habitantes del barrio los dineros para la fiesta. "Nadie sabía qué porcentaje de aquel maná iba a parar directamente a los bolsillos de los truhanes. Pero lo que quedaba para la fiesta bastaba para crear su magia."

No voy a salir a refutar cada una de las acusaciones que se hace a la Teletón. Las empresas efectivamente descuentan de sus impuestos lo donado, en un proceso que les es beneficioso al fin y al cabo. Personajes hipócritas que aprovechan el evento para acrecentar su fama de más que deben existir; e ignoro si se les paga, pero en ego y en eventos ganan bastante. Tiendo a creer que Don Francisco no saca plata de lo recaudad; mal que mal, con el aumento de las ventas en Johnson's y Ripley, de las que es socio, ya gana plata. Las cuentas de la Teletón se publican en internet, y sí, es probable que el revuelo causado el año pasado haya sido el motivante de esto. Pero más que a ir a resolver detalle por detalle de lo que se dice de la Teletón, prefiero ir a lo que veo.

No resulta posible decir que el dinero que millones de chilenos damos no se usa. Los centros, los niños, los voluntarios, los médicos, están ahí todo el año, día a día. Quizás nos los muestran de una manera manipuladora y cebollenta durante estas 27 horas. ¿Pero si no fuera así acaso Chile se movería de la manera en que se mueve todas estas ocasiones? Sí, podemos decir que es una gran manipulación, o la mayor de las muestras de hipocresía de un país que es hipócrita muchas veces. Pero los resultados están ahí. Don Francisco contaba que antes a los discapacitados en el campo se les ponía afuera de las casas para que se los tocara para la suerte, y a los de las ciudades se les mantenía encerrados en sus casas. Para una parte no despreciable de nuestros compatriotas la Teletón, más que el espectáculo, más que las 27 horas, más que los artistas, ha significado el ser aceptados, el empezar a sentir que también son parte de nosotros; aún con ciudades mal diseñadas para ellos, aún con lo precarios que pueden ser los servicios para ayudarles en sus necesidades, aún cuando la forma de financiar el tratamiento de estos niños no provenga desde el Estado, sino de los pesos que millones juntan, durante meses, días, o lo que andan trayendo en ese momento... Lo que me recuerda que durante varios años Eduardo-tímido-llorón tomaba la iniciativa por una vez al año y se las arreglaba para juntar plata para la Teletón. (Alguna vez, en un episodio perdido en la memoria, fue recompensado por una gente de la Teletón con un pin.)

En fin... Oh, dije que no era financiada por el Estado. En un país desarrollado se esperaría eso, que el Estado se hiciera cargo de todo. Pero los sudacas, y no sólo en Chile, lo hacen con el aporte del pueblo. Y no me parece que sea una forma subdesarrollada de hacerlo. Cada vez más esperamos que las cosas se nos den, y luchamos sólo por nosotros mismos. Por 27 horas, somos millones luchando por alcanzar algo, por permitir a otros a quienes ni siquiera conocemos el seguir luchando el resto del tiempo. No siempre es bueno que las cosas se nos den, o las consideremos un "derecho". Las cosas más hermosas son las que se construyen, las que se alcanzan con sudor. Ellas son las que construyen la verdadera historia del hombre, su fortaleza. Su alma. El alma de Chile es un tema que he tocado alguna vez. Creo no equivocarme al decir que la Teletón se ha vuelto parte del alma de Chile. Y es como Chile. Hipócrita quizás, exitista, melodramática; pero también en el alma de Chile, aún perdida, aún escasa, reside la bondad, y la sencillez, y la solidaridad, y la caridad y la misericordia.

Honestamente no dudo de que la próxima vez también sacaré algo de mi dinero para donarlo, y mi madre hará lo mismo. Porque aún cuando se lleven la plata los artistas, descuenten impuestos las empresas (lo que no significa que esté de acuerdo con ello) y Don Francisco se haga más millonario, la magie de la Teletón está allí... En el mover a los chilenos de las ciudades, de los villorrios, de las casa en medio de la nada, del exilio, de los bosques, los campos y el mar. En el mover y permitir movers a aquellos que nos enseñan que quizás podemos ser vencidos, y nuestras luchas pueden fracasar; pero siempre hay que intentarlo.

Y queda algo más... Son sólo 27 horas, es sólo una institución, sólo un momento. ¿Pero qué hacemos los otros 363 días y 21 horas cada uno de nosotros? Es también nuestro deber aquello; es también el esfuerzo de cada uno que debería levantarse a ayudar no sólo en momentos como este, sino más veces, porque siempre podemos más... Es un momento, pero sería peor si no lo tuviéramos. La Teletón sigue viva en sus niños, sus familias, sus profesionales, todo ese tiempo. ¿Y nuestro corazón y nuestras manos siguen vivas también?

Ojalá sea esta otra Teletón cumplida.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."