lunes, octubre 17, 2005

Discurso anual 2005.

A ver... Desde hace 2 o 3 años (pensándolo después del día 15, no me acordaba exactamente desde cuando lo hago, pero creo que son 3 años), acostumbro escribir un discurso para el día de mi cumpleaños; y no precisamente para festejarme a mi mismo. Las veces anteriores el discurso tenía una distribución limitada, sin embargo, si esta vez lo hice público en la celebración de mi cumpleaños, no veo por qué no ponerlo en el blog...


Santiago, 15 de octubre de 2005

Estimada gente:


La literatura no sirve de nada, pero nos vuelve más lúcidos. Quizás en mi infancia tuve el error o el acierto (es tan subjetivo definir qué fue) de leer demasiada literatura, y es más, leerla a escondidas, como si se tratase de dictadura perseguidora, cuando no era más que mi insomnio que no quería irse a dormir cuando lo mandaban. Creo que eso produjo demasiada lucidez en mi, que si bien no ha servido de mucho para hacerme cambiar, o para dejar de llegar tarde (la última frase también tiene un sentido metafórico, y más de alguien bien lo sabe), al menos sirve para darse cuenta… De algo, supongo.

Mientras me sentaba a intentar escribir esto recibí con sorpresa una encomienda, “urgente”. Y yo, con mi urgencia tantas veces desaprovechada, me pregunté una vez más por qué cierta gente (más hasta de lo que yo mismo creo) me quiere tanto. Es una pregunta que no he sido capaz de responderme, y en parte me atormenta, porque después de años (quizás los mismos tres que llevo aburriendo gente con mis discursos de 15 de octubre) sigo sin acostumbrarme a ello. Sigo quedándome pegado en lo que fue, y por eso reitero las preguntas y los actos. Y quizás este momento tan extraño, este día tan raro para mi en el que cumplo 18 años (aunque los cambios no sean muchos, prefiero darle importancia, a ver si sirve de algo), sea el momento de salir un poco, un poquito, del pasado refugiante. O al menos dejar de hacerme esa pregunta, porque sé que no tiene respuesta; que la respuesta posible, la única, son mis propios actos.

Despertar quizás sea la moraleja del día. Pero surgen nuevas preguntas. ¿Despertar a qué? ¿Para qué despertar, si es más fácil dormir? ¡Ah, dije la palabra clave!... Lo fácil. Si media vida me he ido por ese camino, huyendo de todo. ¿Entonces por qué despertar?

¿Hay algo todavía a lo que despertar?

Contraviniendo todo mi bien armado sistema de estabilidad construido, al parecer sí lo hay. Aunque incluye el riesgo de caerse del catre.

¿Despertar a qué entonces?

Tan simple como despertar a la idea que se pasa por la mente, a la causa tonta que a uno se le ocurre, a la cara triste que le preocupó por un segundo, al árbol que justo esa mañana pareciera ser más verde que otras mañanas, cuando es el mismo árbol de todos los días, ese mismo de la esquina. Despertar al amigo que olvidamos creyendo que era un imbécil, y al imbécil que olvidamos cuando nos dimos cuenta que podía ser un amigo. A la canción que nos hizo temblar la cara, al lugar que nos agradó y quisiéramos volver. A los conocidos que saludamos con la cara ojerosa y la palabra balbuceante cada mañana, y a los que aún no aparecen pero en el banco de la plaza se les podría ocurrir preguntarte la hora, y luego preguntarte tu nombre.

Despertar entonces a lo más simple y a lo más sagrado. A la vida. A la vida; todo y sólo eso.

¿Y para qué? Porque supongo que todavía vale la pena. Todavía puede servir de algo.

Creo entonces que en este día, más que hablar de votaciones, mis futuros viajes a países raros (que ojalá algún día se realicen; escúchanos Señor te rogamos), sueños y pesares; lo importante es que es una oportunidad más de despertar. Un día más para despertar; aunque me falten argumentos teóricos para sustentarlo, y esto no sea más que unas cuantas palabras.

Y al menos por un día, ver si aprendí (puede reemplazarse por un “aprendimos”, pero creo que al menos yo debo bastarme con tomarlo para mi alguna vez) la lección.


Saludos... Y os agradezco muy cordialmente vuestra amistad.


Eduardo Esteban Peñailillo Barra
Conchalí, Santiago, Chile.



Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo Barra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eduardo:

Desde que nos conocimos en séptimo básico, gracias a la mediación de mi viejo y de nuestra pasión mutua por crear mundos cuyos líderes eran los compañeros de curso y/o profes, pude conocer a una gran persona. Claro, con pifias, como todo el mundo...pero con un montón de cosas buenas que me llegan a sorprender hasta el día de hoy.

Todavía recuerdo cuando fantaseábamos con las municipales del 2000 y con los cartelitos de Juan Lopez. Era delirante! Y también cuando una niña y un pendejo nos dejaron en vergüenza en plena calle, en plena extracción de pancartas. Qué freak. Tanto como el "Mundo I", y tanta cosa que hicimos con Memo, con Reno, e inclusive con el Vedo. Las pichangas en el Parque, las juntas con Freddy, y quizás cuántas cosas más que se me olvidaron en este momento.

Hemos vivido tantas cosas! Tantas peleas, llamadas telefónicas, abrazos, conversaciones! Marcaste mi existencia, y lo más seguro que para bien, porque sin tí quizás estaría botado por ahí, a la deriva. Contigo sin duda me sentí aferrado a algo, tu sabiduría atípica me ayudó mucho, aunque no lo hayas notado. Has sido un pilar importante en mi corta vida, y aunque este año esté un poco más frío y distante por mi personalidad cambiante y por las circunstancias, quiero que sepas que te sigo estimando igual que siempre.

Te quiero mucho, amigo!

Seba.

Anónimo dijo...

Hijo...no tuve la oportunidad de escucharte, como en ese cumpleaños en que llegue de casualidad a la casa de tu abuela, vi los globos, las serpentinas, y yo dándole con que gana la gente su libertad y Aylwin presidente, y resulta que tu madre me mira, me traspasa y pum...feliz cumpleaños eduardito y que se muera tu papá, es decir yo.
Esta vez la situación fue distinta, corría por la autopista...como se llama, o quizas ya por Quilicura cuando comenzaste a leer...y entonces me dí cuenta que ya no lees para mí, que con tu madre hace ya mucho rato dejamos de ser el centro de tu mundo, que otras personitas como la Lucy o Sebastian, han pasado a ser importantes en tu vida...y entonces al igual que esa vez del año 1990, entonces sólo cuando las velas se apagaban...entonces me di cuenta que habías crecido y cuanto...igual que ahora..la diferencia, hijo mío, la pequeña diferencia es que ya eres un hombre libre y abierto al mundo...suerte en tu viaje señor de la palabra y deja que el corazón sea tu brújula en este caminar...te ama...tu padre