domingo, marzo 27, 2005

Cuando yo tenía 14.

Sí, digamos que no estoy en las mejores condiciones físico-mentales para escribir un artículo. Pero la aparición de un mal video de Supernova (las primeras Supernova) me ha decidido. Quizás sea una especie de retribución-comparación a quien no tuvo 14, porque los está teniendo. Cómo sea, creo que los suyos serán más interesantes que los míos. En fin. ¿Quien era yo, Poleno-Peñailo, cuando tenía 14 años?

(-Uff... Hijito, pero esho fue hache tantosh añosh...

-Tatita Eduardo, hace 3 no más.)


14 años. Por ese entonces pasé yo a Primero Medio. Aún iba en la tarde, sí señor. Pero en ese entonces ya no me iba a altas horas de la mañana a casa de mi abuela. No, eso era adentrándose aún más en mi nunca bien ponderada infancia. Sí, jamás me recuperaré de aquello. Pero bueno, colaboró excesivamente en formar el inverosimil ser que soy.

Pero recordad que la infancia no es la edad feliz que nos pretenden hacer creer. Es la etapa en que más te joden por ser distinto. Especialmente tus "queridos" compañeros.

Gracias al cielo, a los 14 ya me sentía muy a gusto en el Instituto Nacional, y podía ser extraño sin demasiada preocupación. Los extraños no eran tan mal vistos allí. Y el Partido Pastel aún estaba en pleno en un mismo curso.

Partido Pastel... Jajajaja.

Mmm... Creo que ese año me sentaba contra la pared. Aún estaba algo atrás en la sala, compartiendo los "Los Beatles". XD

Las espinillas, como la que me estoy tocando ahora, me atormentaban. Especialmente aquella muy grande que tendía a salirme en la nariz. ¿Cómo logré hacerlas desaparecer habiendo aumentado el consumo de margarina y empezando a consumir café también? Ni idea.

Iba en la tarde... O sea, salía a la hora de los quesos del IN. Y me venía con el Seba, generalmente. No logro recordar si ese año estaba aún en Quilicura o no. A veces defendíamos el asiento haciéndonos los dormidos. Al menos a mi no me ha fallado ese método. Pero generalmente yo lo daba (el asiento). Y él se enojaba por eso. Claro, y podía pasar que yo me quedara jugando Magic y salía más tarde aún. Si no era porque nos echaban, hubiera tomado la micro después de las 9 y hubiera tenido que pagar el pasaje entero.

Una vez la tomé a las 21:05. El chofer me perdonó la vida.


Me-estoy-quedando-dormido.

Continúo. Segunda Parte.


También entraba tarde... Ese año empecé a llegar atrasado, creo. (Condicional por atraso 2 años seguidos si cuento este... Menos mal que a mis padres no les importa demasiado.) Es que tenía PC con internet. O sea, si entraba a las 2... (Esto pasó muchas veces)
- 1/4 para las 1: Se apaga el PC.
- 10 para las 1: En 5 minutos arreglo mochila, lavo dientes (a veces), veo que nada esté prendido o abierto para repetir catástrofes, cierro puerta y corro... Pesco micro.
- 10 o 5 para las 1: "¡Hola Bueli!" Plato-en-mesa-esperando. Traga, Eduardo, traga. Parezco Garfield intentando comer.
- Algún momento entre las 1:10 y las 1:30: Eduardo termina de tragar, de leer el diario raudamente, y hablar un poco con la abuela respectiva. Y escuchar el regaño merecido. Corro a la micro.
- Luego de ese momento: Mientras más tarde salga, peor, porque las probabilidades de que me fuera en la 303 aumentaban. Maldita, maldita micro. Lo lento... Muy lento. Mis puños se apretaban y mi cabeza dolía. Rezando para llegar a la hora.
- 1/4 para las 2 en adelante: Si en este momento o después me hallaba en Mapocho, mal iba la cosa. Bajar de la micro y correr a Cal y Canto. En ese tiempo, la pasada de escolares sólo estaba en el lado más lejano de la estación. O sea, correr hacia allá, y luego hacer el camino en reversa, porque para el transbordo, debía tomar el primer vagón. Vaya tortura.
- 2 de la tarde: LA HORA. Puedo haber llegado salvo (no sano) al IN. Puedo venir corriendo hacia el IN. O bien, en el Metro, y ya embarré.

Es extraño... Una de mis pesadillas mas recurrentes es llegar tarde al colegio. Bien, allí empezó todo.

14 años = 2002. Odiaba la música de las Supernova, pero eran ricas (palabra que evito usar, pero al caso es la más exacta) y veía los videos igual. Claro, tiempos en que ni soñaba en hablarle a alguna niña. De hecho, no conocía ninguna de mi edad. Aunque recuerdo que miraba a algunas en la micro.

No conocía a ninguna de las que tuvieron la desgracia (¿o la suerte?) de chocar el carrito de supermercado conmigo y les sigo viendo. Ni la Khris. (A quien, -no, no es raro, Eduardo... ¿qué podrías esperar de quien no tiene ni un miserable teléfono donde retarla? pero bueno, si igual te quiere un poco- no he visto) Aunque sí conocía algunas por internet.

En esos tiempos me metía a chatear. En esos y en aquellos chats. Conocí a un par de niñas. Una lejana y una muy muy lejana.

No, no caeré tan bajo y no diré nada sobre el tema. Se puede obviar.

Cuando tenía 14 mi vida era fome, según yo. Muy fome. Demasiado. Eduardo-nada-ocurre. Y Eduardo ama que le ocurran cosas; ser sorprendido, ser encantado, ser deslumbrado. "Lo genial".

Entonces le reclamé. Él tenía el poder de hacer que ocurrieran cosas en mi vida. Porque lo que es yo, no hacía mucho.

Y llegó octubre y llegaron los 15.

Y empezaron a pasar cosas.

Y llegó diciembre.

Ah; si Dios también puede tener rostro de mujer atea y apática.

Pero eso es otro cuento, y este ha sido muy largo.


Ojalá el capullo postee... O al menos se ría.

Saludos a todos, gente.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

sábado, marzo 26, 2005

Tú nos has amado mucho.

Hola.

Estos días rememoramos tu pasión y tu muerte, hace tantos años.

Pero ante todo, rememoramos tu amor. La certeza de que tu amor existe.

Creo que eso es más recordable que los látigos azotando o que si los judíos son unos desgraciados por aquello. Resulta que en el dolor también puede haber amor.

Que el amor también puede ser dolor.

Que el amor traspasa el dolor... Y para entenderlo, lo tuve que susurrar en un oído.

Tú nos amaste mucho. Y yo, en estos días, he visto algo más de la certeza de tu amor. De la certeza del amor.

Aunque yo no sé qué es el amor... Creo que nunca lo he sabido.

Pero nos has amado tanto que lo has creado y nos los has dado. Y lo has hecho inentendible, indefinible. Para que sólo lo vivamos y nunca podamos descubrirlo por completo. Y, lo sabes, yo amo los rompecabezas incompletos. Pero más que porque yo ame completamente eso, lo indefinible del amor es genial porque nos hace entender que no todo es razón, que no todo es manejable o controlable. Que hay cosas fuera de nosotros, pero también que existen en nosotros.

El misterio del mundo es una cosa genial y necesaria. Espero no perder nunca la capacidad de asombro. Aunque cómo perderla en estos días; si el mundo gira demasiado rápido, pasan tantas cosas, con o sin mi conocimiento, y yo río demasiado o bien mi piel y mi corazón se contraen temblorosos.

Nos has amado tanto que nos has dado el lenguaje para tener cómo decir, y los sentimientos para tener algo que decir. Y la eterna incompatibilidad entre lenguaje y sentimiento para que nos tengamos que esforzar y ver el poder de nuestras palabras débiles, y la debilidad de nuestros fuertes sentimientos.

Y dentro del lenguaje, la poesía... La poesía, que has hecho democrática, porque es de quien la escribe, de quien la inspira, de quien la lee, y de quien la necesita. Y a los buenos poetas para admirarlos e incitarse a escribir. Y a nosotros, los malos poetas, que de tan malos y tan poetas para buscar la poesía, damos fe de que existe.

Nos amaste tanto como para darnos la fe. Otra de esas cosas inexplicables. ¿Qué cresta quiere decir uno exactamente cuando dice "yo creo"? Pero uno le pone tanto amor, tanta verdad, tanto corazón a la frase, que termina siendo un algo que puede sintetizar un todo. Y lograr eso es hermoso. Y vaya si tú creíste... Creiste mucho, ¿cierto?

Me pregunto qué habrás pensado caminando hacia el monte con la cruz al hombro... Porque si nos diste los pies para caminar no fue sólo para movernos, sino que tu amor; el amor del Padre Creador dio hasta para darnos pensamientos, y caminar pensando es genial, y quién no lo hace... Y los árboles crecen para que podamos recostarnos bajo ellos, y a veces las nubes llegan y más de una sonrisa se enciende porque hace frío y el día es gris.

La certeza de tu amor... Del amor porque es poderoso, del amor porque nos supera, del amor porque no lo entendemos, del amor porque no podemos dominarlo, del amor porque no podemos encerrarlo en un frasco ni venderlo... y tampoco escribirlo en un libro.

La certeza del amor porque sí no más. Porque quizás tampoco haya respuesta al por qué nos has amado tanto.

Sólo amaste, y a veces sólo hay que amar.

O a veces sólo se puede amar.

Amar hasta sin poseer.

Extraño día; creo que mi fe anda sencilla hoy. Quizás por la risa, quizás por las empanadas fritas, quizás por las micros, quizás por las casualidades. Todo aquello que existe en tu amor que contiene al mundo.

Y tú nos has amado mucho. Y aunque por momentos no sea de las mejores maneras, y por otros sea de las maneras más geniales, he logrado tener una pequeña conciencia de la certeza de tu amor.

Sí, nos has amado mucho.


Saludos, gente.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

martes, marzo 15, 2005

"Good bye"

("Good bye" en un principio quiso ser una representación escrita de una realidad. Quizás alguien perspicaz y que me conozca desde hace algún tiempo se de cuenta de ciertos elementos concordantes con parte de mi historia. Sin embargo, ha terminado como una historia breve más que real, y quiero regalárselas a ustedes, mis bienamados lectores.)

(Hela aquí.)


Good bye. No se puede esperar un adiós después de tanto Morrissey, tanto Depeche, tanto OMD. Contigo no puede ser adiós. Debe ser good bye.

Good bye porque a estas alturas ni siquiera sé si soy capaz de decirte hola. Al principio tampoco era capaz de hacerlo, pero en ese entonces era timidez y yo nada sabía de ti. Ahora quizás te conozco demasiado. Error, no es eso lo que ocurre. Sé demasiado lo poco que te conozco, eso es, y lo que siento ahora no es timidez, sino miedo. Good bye porque no dices nada; porque yo no te digo nada y uso como excusa el que no querrás escucharme, pero cuan torpe es decir eso porque si yo amo no arriesgo, más yo soy yo, y yo tengo miedo y me pongo a calcular y a defender. Porque todo está dicho, o peor, porque precisamente no hemos dicho nada, y como todo el tiempo nos hemos quedado en la comodidad de lo tácito.

Good bye porque carece de sentido. Cómo no llegar a esa conclusión cuando tú eres feliz, él es feliz, y yo sigo aquí. Sabes que lo sé. Aunque por qué ahora, si hace tiempo que carece de sentido.

Good bye ahora. Good bye como pudo haber sido hace mucho tiempo. Un adiós para el final de algo sin comienzo, un adiós de esos tímidos y susurrantes, como insinuando un gracias. Un good bye que no dilucida si te has ido, o nunca estuviste.

Good bye. Good bye to you.

(Reitero; en algún momento fue válido como sentimiento... Ahora vale como historia.)

Aguardo opiniones.

Saludos.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."