lunes, marzo 06, 2006

Incendios.

Ayer, mientras junto a Lucy habíamos ido a ver una película a un cine cualquiera (o sea, no al Normandie ni a El Biógrafo), me enteré de que el Diego Portales se había incendiado. Quemado. Sí, ese edificio donde pasaba cada vez que caminaba más acompañado que solo hacia el parque San Borja cubría el paisaje con su imponente sombra y figura. Reaccioné con incredulidad, en realidad, y hasta llamé a mi propia madre para que me ratificara la noticia.

Después de un largo viaje ida y vuelta a Estación Central para dejar a Lucy no alcancé a llegar a las noticias; o al menos no al comienzo de estas, como para ver las imágenes. (Reclame a Alsacia por las malas frecuencias de la 141 y la 630, y a los ineptos que tuvieron la "genial idea" de que todo el flujo de transportes de la Villa Los Libertadores, donde alguna vez viví, salga por el costado de Américo Vespucio; o sea, un auto podría estar allí perfectamente hasta las 10 de la noche esperando poder pasar.) Tampoco me "dio el cuero" como para ver las noticias de las doce; me quedé dormido antes. Sin embargo, gracias a la página web de Radio Cooperativa pude enterarme más menos de lo sucedido y hasta ver algunas imágenes del sorprendente desplome de la estructura de la entrada a este edificio.

¿A qué viene todo esto? Sucede que hay cosas que uno no se imaginaría que se queman, o cree que son incólumes a todo evento destructivo... Pensemos cómo habrá sido ver el 13 de septiembre de 1973 el Palacio de La Moneda destruído. O si se cayera la Torre Entel. Pero bueno, más allá de que el asunto nos recuerda lo efímero de todo, incluso de los edificios emblemáticos, a mi mente trajo a colación los incendios que recuerdo más de cerca; más allá de que nunca me haya afectado uno. (Sorpresivamente, sí he resultado afectado directamente por inundaciones, y no siempre provocadas por lluvias...) Especialmente recuerdo dos, acaecidos en casa de mi abuela materna.

Mis recuerdos no son muy precisos como para poner en orden el año en que ocurrieron o la fecha. Aún así, trataré de contarlos lo mejor posible. El primero que recuerdo ocurrió en la casa tras la de mi abuela materna. Por ese entonces moraba en ella una señora de la cual mi tía abuela me contó muchas historias cuando anduvimos de viaje por Puerto Montt, (hay gente que dice que si usted quiere hacer "turismo-aventura" debe venirse en tren. En mi caso no fue así, pero eso es harina de otro costal) y que si no me equivoco se llamaba Esmeralda. La cosa es que una tarde, si no me equivoco otoñal, en que estábamos mi abuela materna, mi prima, un tío mio, yo, y el perro de ese lugar que por ese entonces seguía vivo, mi abuela le dice a mi prima que saque al perro y terminamos yo junto con ellas bajo un árbol en frente de la casa. El motivo estaba a la vista: fuego salía de la casa trasera. Mi tío con una manguera intentaba enviar agua a la casa vecina, y de la casa del lado también salía otro chorro de agua. Así, medio barrio terminó en la plaza frente a la casa de mi abuela materna (esa donde se columpiaron durante mi cumpleaños) mirando un fuego que si bien resultó bastante preocupante, no ocasionó ningún daño.

El segundo que recuerdo no fue tan cercano, pero me provocó más pavor que el anterior. Mi abuela materna (en cuyo hogar pasé mis primeros años de vida, pero en ese entonces ya vivía yo en mi domicilio actual) vive a pocas cuadras de la Panamericana Norte, por lo tanto cerca de muchas industrias. Recuerdo que me contaron de al menos un par de veces en que la bodega de los supermercados Montserrat (ubicada en Zapadores con Panamericana Norte) se había quemado, pero eso para mi es sólo un recuerdo relatado. La memoria en pensamiento vivo la tengo del incendio de las fábrica de pinturas Iris, no muy lejos de la bodega antes mencionada. En algún momento caída la noche, cuando mi madre ya había ido a buscarme a casa de mi abuela (creo), se comenzó a oler humo, a sentir sirenas ululando, y a sentir algunas explosiones. Nuevamente medio vecindario se apostó en la plaza a mirar lo que ocurría; si bien desde allí no podía saberse mucho, más que ver y oler humo. Creo además que caían algunos restos por allí. Quienes corrieron hacia Zapadores con destino a Panamericana podrán haber visto más de cerca lo ocurrido, pero yo no me conté entre ellos y vía televisión me (nos) enteré (enteramos) de que el asunto era un incendio en una fábrica de pinturas. Y aquello me puso más intranquilo que el incendio anteriormente relatado. En cualquier momento me imaginaba un tarro de pinturas en llamas cayendo sobre la casa; producto de las inquietantes explosiones. Llegó la hora en que había que irse de casa de mi abuela a la nuestra, y aunque la intensidad del incendio parecía haber disminuído, yo no quería irme. De todos modos terminamos con mi madre esperando micro en Zapadores con Barón de Juras Reales, y de esa micro proviene quizás mi más vivo recuerdo de ese episodio: Mirando por el vidrio de atrás la humareda que se veía hacia Panamericana, y yo tratando de canturrear una canción para calmarme. Al llegar a casa, la televisión mostraba un comercial de Aspirina. Para el dolor de cabeza post-nervios, supongo.


Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

4 comentarios:

  dijo...

Me acuerdo la vez que me contaste eso, y realmente debe ser traumante! Aunque si hubieras relatado de qué forma tu casa sufrió inundaciones sin lluvia todos nos traumaríamos...de la risa? Ya, olvídalo xD

Salu2!

Anónimo dijo...

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