martes, noviembre 14, 2006

Mes de María.

Estimado lector. Y lectora. Al leer el título de este escrito probablemente usted piense que voy a hacer una especie de nota histórica. A desempolvar un añejo rito como para hablar de él en afán de recuerdo. Y no es así. De hecho, me nació hablar de este mes precisamente porque me sorprende su vitalidad. Porque me sorprende ver que incluso los sábado a las 7:00 la parroquia está casí llena de fieles, que normalmente no harían algo así, y no deja de ser asombroso saber que sigue rezandose el Mes de María en capillas y parroquias, barrios y plazas, conventos y hospitales... Como cuando, hace no tantos años, mi tía y mi abuela me sacaban a rezar el rosario a la plaza que varios de ustedes conocen. Este año decidí retomar la tradición, por diversos y secretos motivos. Con extraño gusto he podido notar que no he olvidado el rito.

Es que el Mes de María, como suele ocurrir con estas cosas, sigue vivo precisamente por la gente. Por la abuela que cría al nieto y lo lleva a la parroquia en espera de una madre que siempre llega tarde y cansada. Por la madre que no trabaja, y lleva a su hijo que es feliz corriendo por los pasillos del templo, feliz como ella misma no lo es. Por las señoras que viven solas, en esas vidas que parecen ser siempre iguales, cada día igual, y que, en parte por eso y en parte para romper eso, recuerdan que entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre hay que ir a rezar el Rosario. Por el trabajador que demora un poco más la llegada a la casa y al plato de tallarines por un mes sólo porque al estar allí, frente a esa imagen hermosa, siente que vuelve la madre que hace tanto se fue. Por el joven que todavía la tiene consigo, pero está tan lejana que es como si no estuviera, e incluso esta éterea y anticuada le parece más cercana.

El Mes de María debe ser de lo más tradicional de los católicos. Aunque la Adoración Nocturna Chilena, que reparte los folletos con las oraciones del mes, ponga las oraciones con el pronombre "tú", el poder de la gente puede más, y sigue rezando el "vos". Hasta el coro juvenil más innovador se ve obligado a ceder ante el invencible "Venid y vamos todos", himno oficial e indiscutible de estos días. Y aquellas mismas oraciones que aparecen encabezadas por el Pbro. Rodolfo Vergara Antúnez, a quien nadie recordará, pero aquellos párrafos que comienzan con "¡Oh María!" salen a flote de la memoria incluso de aquellos que hace años no volvían a esta tradición que sigue viva.

Alguna vez el Padre Alfredo, nuestro "guía espiritual", ha señalado que la Iglesia Católica a comienzos del siglo XX tenía cuatro pilares: el Partido Conservador, la devoción al Sagrado Corazón, la devoción a la Vírgen del Carmen y los Ejercicios Espirituales (de San Ignacio). El primero murió hace bastante, por más que muchos pretendan ver en la UDI o la DC una especie de émulo. Las devociones al Sagrado Corazón y la Vírgen del Carmen suelen estar venidas a menos; si bien hay gente que las mantiene, ya no son 10 cuadras de jóvenes marchando (lea "Banda de guerra", referido a la procesión por la Patrona de Chile) en honor de la señora del Carmelo. Los ejercicios espirituales son practicados por algunos, sí, pero la mayoría los desconoce, y supongo que no muchos querrían someterse al camino de escoger entre "las dos banderas". De las misas ni hablar; si bien es posible ver parroquias llenas en muchas partes, los datos duros de los números son claros, y con suerte el 20% de los católicos va. Pero sí queda, sí vive, el Mes de María.

¿Por qué? Quizás porque en este país de "huachos", de padre(s) ausente(s), la importancia y la necesidad de la madre es de una intensidad desbordante. Quizás eso es lo que da sentido al joven que la siente lejana, al anciano que ya no la recuperará más, a la señora que nunca lo fue, a, por un mes, sentir aquello de "nuestra buena Madre", creer que es posible que "nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y dé esperanza para el porvenir" cuando cada vez parecemos tener menos un sentido y un motivo. Ahí aparece ella. "La más santa y (...) la mejor de las madres". Tan madre como las otras; como para levantarse a las 6:30 e ir a verla, o dedicarle una hora todos los días en su mes.

Saludos,

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.

1 comentario:

Catalina Pimentel dijo...

interesante el texto, sorprenden siempre esos fieles. pero me cansó la vista el color purpura de la letra y su tamaño.
tu contenido es bueno y debieras lucirlo más con plantillas más limpias