sábado, enero 29, 2005

El mundo desde casa.

Vivo en un agujero hobbit al cual a veces le llamo departamento, en un intento de condominio, en un lugar desconocido del norte de Santiago, llamado Conchalí, en un país que muchos dicen que es el último lugar del mundo: Chile.

Pero este agujero en el que vine a caer hace más de una década (y ni siquiera es de propiedad mía o familiar) tiene sus ventajas. La primera es la presencia de 5 ventanas. Como el lugar ocupa los pisos tercero y cuarto, estas ventanas me dan una visión bastante buena de lo que ocurre en los alrededores. Especiealmente buena para ese objetivo es la de la pieza de mi madre, con una visión que llega hasta Américo Vespucio a la altura de La Pirámide, y sacando la cabeza, hasta la torre de la CTC. Y de noche, las luces de la ciudad y la luna me acompañan. Nada mal la visual, y así, al despertar y al anochecer, puedo tener una visión bastante buena del mundo que me rodea en las cercanías.

Yo aprendí muy pequeño a leer. Me pasaban diarios para alentarme. Mi abuela Guille compraba el diario cada día, y en casa compramos el díario los domingos; tres diarios, para vengarnos de los que no compramos en la semana, y es conocido que yo gasto en prensa, como el "The Clinic" y el "Plan B". Sí, me gusta leer la prensa; leer opiniones, noticias, conocer lo que ocurre en profundidad. Tener internet banda ancha es un gran aliado. Ya no sólo debo conformarme con leer los diarios del terruño. A mi disposición se abre una amplia gama de prensa extranjera, y cómo además comprendo inglés y algo de francés, la cosa mejora. Más oportunidades de saber qué ocurre, quienes están haciendo cosas, qué es lo que pasa, qué mueve al planeta.

La radio también ha sido una compañera de mi vida desde pequeño. Como yo nací en tiempos de dictadura, y mis padres se oponían a ella, nací y crecí con los redobles de la Cooperativa, la radio que más escucho hasta hoy. Y cuando chico, al volver del colegio, pasábamos largo rato con mi abuela en su pieza leyendo y oyendo radio. Y para dormir también la usaba, muy bajito, dejándome llevar hacia el sueño por la música y las noticias. Cada una hora, un breve resumen de lo sucedido. Y determinadas veces al día, un completo noticiero para yo saber lo que ocurre afuera al instante. Aquella afición radiofónica se amplía al mundo entero gracias a la onda corta; que además me permite comunicarme con diversos lugares del mundo, y recibir cartas y tarjetas.

Y por último, la infaltable TV. Porque para "conocer" el mundo y saber lo que pasa en él hay que ver imágenes también. Y como tengo TV Cable, pues también hay canales de noticias para estar permanentemente informado, siempre atento a lo que ocurre.

¿Pero de qué sirve saber lo que pasa en el mundo y conocerlo, si no se le vive?

Vivir el mundo desde casa no es correcto.

Se me reclama que debo salir al mundo y empezar a vivir.

Eso se me dice. En más de una ocasión.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Cómo la flor que se niega a marchitar."

viernes, enero 07, 2005

Explicaciones...

Ayer estuve unas 3 horas bajo el sol haciendo cola para ver una obra de teatro. Esperaba mucha gente amiga. Llegó el amigo que más necesitaba salir de casa.

Eduardo ayer escribió "este año espero caminar por el mundo que está afuera del mio". Ahora bien, por cobardía, por cansancio, por pajero, y por cuantas explicaciones pueda dar, aquellos pasos siempre serán pocos. Sí, lo sé, peor es nada.

Una ducha, unos salmos, Green Day, Nino Bravo y Depeche para despertar. ¿Signos del amasijo de cosas inentendible e inentendibles en el que a veces me vuelvo?

Se me acusa, o mejor dicho, se me advierte. En estos días especialmente se me advierte sobre mi soledad, sobre mi maldita autosuficiencia y muchas cosas más. Lo siguiente creo que lo diré con orgullo, quizás la peor manera de hablar, pero quizás también la más franca, considerando lo orgulloso que soy. Consciente estoy de aquello que me dicen. Quizás por todo lo autodestructivo que algunas veces puedo ser. Sin embargo, existen ocasiones en que a aquello trato de escapar, y no funciona. Y ocasiones en que se me tiende una mano, y la rechazo. Si soy INCAPAZ de determinar qué cresta quiero, lo mejor es que tome algo de distancia. Podría devolver las caricias con un golpe, y la verdad es que no es lo que deseo.

Creo que también es hora de determinar qué quiero, qué deseo. En eso he estado pensando ultimamente. Sucede sí que mis conclusiones muchas veces son débiles, y se derrumban ante la primera ráfaga de viento hecha palabras (o viceversa, palabras hechas ráfagas de viento) que llega a mi y me convence de que he tomado el camino equivocado. Porque nos configuramos también en base a los otros, y yo no soy ajeno a esa influencia. De hecho, por dicotómico que sea, yo solitario y ególatra dependo a veces demasiado de los otros y me influencio mucho de lo que está afuera.

Y sí, no me gusta depender. Aunque como soy cómodo, me es fácil depender. O sea, no me gusta, pero lo prefiero. Aquella calaña de contradicciones debería ser explicada algún día. Me hace recordar cierto pasaje bíblico donde se hablaba de vomitar a los tibios.


Es irónico todo esto, ya que se supone que yo, signo de la balanza, debería ser equilibrado... De hecho, a veces busco ese equilibrio, pero siempre termino cargando la balanza; y cuando la cargo a un lado, el otro pesa más. Todo se desbalancea a veces, y uno no sabe si esperar a que el viendo mueva el peso o seguir corriendo tratando de balancearla otra vez. Correr a arreglarla agota, cansa. No hacerlo; no puedo. Debo. Aunque muchas, tantas veces, debo y no hago igual. Y siempre tengo explicaciones para ello.

Y entonces Eduardo camina por la Plaza de la Constitución, cuando ve a otro Eduardo con pelo de Eduardo, mirada de Eduardo y rostro de Eduardo. Y lo aborda y le pregunta si hay explicación, si hay explicaciones para todo esto. Y el otro, Eduardo, va y le dice: "Ninguna. O todas las que quieras."

Siguen caminando y siguien tirando...

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."

jueves, enero 06, 2005

Silenciando

Calla,
cállame con un beso,
que has encontrado el modo
de silenciar mis palabras
e interrumpir mis versos.

Compra con tus labios
un pasaje para dos
en un tren sin fin recorriendo
las estepas de mi soledad
y la cálida amplitud
de tu cuerpo.

Porque mi boca
en tus labios,
tu boca en mi rostro,
tu boca en mis ojos,
puede desterrar un instante
la duda de mis entrañas.

Calla mi miedo,
calla mi egoísmo,
calla mi soledad;
ahoga sus gritos sordos
con tu boca dulce,
sin piedad.

S.E., Mrcl. Eduardo Peñailillo B.
"Como la flor que se niega a marchitar."